La Teletón 2011 comienza proponiéndose reunir una millonaria suma de dinero. Cada año, la meta a recaudar se presenta como una tarea casi imposible. Por tanto, cuando se alcanza la cifra ella es presentada como un triunfo del conjunto del país, transformándose así en un “indicador” de unidad nacional ante los grandes desafíos y la adversidad.
Con la ilusoria idea de la unidad nacional forjada para enfrentar nobles propósitos, durante 33 años, la Teletón ha proyectado una falsa unidad entre chilenos, contribuyendo a transformar en sentido común masivo la respetabilidad y eficacia del modelo dominante basado en la propiedad privada, la desregulación y el rol subsidiario del Estado al servicio de la inversión privada para enfrentar temas tan importantes como la discapacidad en nuestra sociedad.
La Teletón nos hizo olvidar desde sus inicios que es el Estado el que debe hacerse cargo de la discapacidad en todas sus dimensiones. El destino de su recaudación contribuyó con gran éxito a instalar en el subconsciente colectivo la idea de que lo único eficaz para hacer frente a la discapacidad es el sector privado a través de Fundaciones, clínicas e instituciones privadas especializados. Ninguna campaña ideológica a nivel nacional en favor de un Estado mínimo subsidiario y de la primacía y eficacia de la empresa privada en nuestra economía hubiese logrado tanto para fortalecer esa concepción como lo ha hecho la Teletón en la construcción del “sentido común” nacional.
Con sus constantes llamados a la “unidad nacional” y “a ponernos juntos de pie” ha pretendido hacernos olvidar nuestras diferencias sociales, educacionales y de clase, anestesiándonos respecto de nuestros conflictos reales. El espejismo ejecutado una vez al año de manera constante y reiterativa con gran publicidad, contribuye culturalmente a hacernos olvidar la visualización del conflicto social y de la violencia cotidiana que genera la desigualdad, la arbitrariedad y la discriminación sobre el cual se basa el modelo económico actual. Recientemente, su animador símbolo nos proponía como supuesto abrazo nacional el ver bailar salsa en la Teletón al homenajeador de torturadores como Krassnoff el ex coronel de la DINA y alcalde Labbé junto a la dirigenta estudiantil Camila Vallejo. Los estudiantes rechazaron la proposición y anunciaron que no participarían de la Teletón.
A cambio de sus donaciones, la Teletón genera millonarias ganancias para las grandes empresas participantes. Por una parte, les permite descuentos por donaciones y ahorrarse millonarias campañas en imagen y publicidad para sus productos y servicios. Por otro parte, las empresas obtienen una alta fidelización de sus consumidores y usuarios para productos y servicios.
Al ver cada año por TV a sus ejecutivos entregar con toda pompa y publicidad los cheques que se perciben como generosas y altruistas donaciones, la Teletón nos hace olvidar las millonarias utilidades que obtienen aquellos consorcios extranjeros y nacionales expoliadores de nuestras riquezas y del trabajo de los trabajadores chilenos. El Banco de Chile administrador de su cuenta adquiere durante “las 24 horas de amor” categoría de institución de filantropía ocultando así sus prácticas abusivas y antisindicales denunciadas en una reciente huelga legal por sus propios trabajadores. La Teletón transforma y presenta así como nuevos héroes a los grandes empresarios, lo que también se extiende a sus familias y dinastías. Ningún programa o espectáculo hizo tanto en favor de una sociedad completamente mercantilizada.
El método Teletón opera como un “reality show” basado en la explotación de la hipersensibilidad de los telespectadores, en donde no sólo importan los discapacitados sino que también la salud y el estado anímico de su animador principal. En medio de una exhibición de publicidad y marcas comerciales se desarrolla una guerra subterránea de los canales por posicionar a sus principales “rostros” y animadores. En las en la parrilla del show espectáculo, compiten en sobre exposición con la farándula, empresarios, parlamentarios y ministros del Chile binominal hoy en profunda crisis.
Como vehículo de socialización cultural e ideológica, el evento mediático se ha transformado en el mecanismo más importante y permanente que conozca nuestra historia moderna para asegurar el prestigio cultural y la reproductibilidad del modelo económico neoliberal dominante.
Formo parte de aquellos que creemos que hay que enfrentar la discapacidad en todas sus dimensiones con la solidaridad permanente de nuestras instituciones, aumentando la inversión pública y la acción del Estado como resultado de una profunda reforma tributaria que aumente significativamente la tributación sobre las ganancias de las grandes empresas.
Esteban Silva Cuadra,
Cientista político. Director de Relaciones Internacionales de ILAES, posgrados
Santiago, 2 de diciembre de 2011