Septiembre 21, 2024

La crisis del capitalismo occidental

atenas_mani_junio

atenas_mani_junioHace más de cien años, en 1905, Max Weber se admiraba y asombraba con el tremendo desarrollo y poder económico de la civilización occidental.  El oeste, gracias a su cultura y tecnología superior, había conquistado y dominado a todo el planeta. Weber explicaba este extraordinario fenómeno, señalando que la religión protestante era la causa principal de este enorme crecimiento social, económico, político y militar.

 

Dentro de esta religión, la teoría de la predestinación, era el motor que energizaba todo el sistema capitalista moderno. Para los protestantes, la raza humana está condenada por el pecado y era así como casi todos iban terminar en el infierno. Sólo se salvarían los elegidos y estos eran muy pocos. El ser humano sólo tenía una posibilidad de salvación y esta consistía en imitar la vida de los santos de la Biblia. El camino de la salvación se iniciaba con el trabajo duro, constante y altamente productivo o sea, el trabajo racional. El candidato a la salvación tenía que agotarse físicamente en esta misión sagrada y destinada a cumplir estrictamente con su profesión. Con el trabajo incansable se evitaban las tentaciones del demonio. El trabajo racional, constante y productivo, naturalmente que produce riqueza y ella, por mandato divino, se debía ahorrar. Era pecado gastarse esta riqueza en consumo superfluo. El excedente acumulado o capital se debía invertir juiciosamente en la expansión constante del negocio. Esto permitía dar trabajo a individuos menos afortunados con la gracia divina. Es así como la acumulación de riqueza no es un vicio sino una virtud. No obstante, esta gran riqueza acumulada durante toda una vida se debía devolver a la sociedad en forma de donaciones y fundaciones  de beneficio social. En otras palabras, el protestante rico, mucho antes de morir, debía otra vez ser pobre, ya que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja a que un rico entrara en el reino de los cielos. De esta forma el éxito económico de los individuos que se sometían a esta estricta ética protestante era prueba de que Dios había elegido a este rico bueno y productivo para salvarlo. Según la moral calvinista el hombre de negocios no es un explotador sino un simple instrumento de la voluntad de Dios que se enriquece pero que a la vez crea trabajo para otros. Este empresario ético es el motor fundamental del desarrollo y el progreso económico de las sociedades occidentales modernas. De esta forma, el rico bueno, es decir el que tiene un profundo temor a Dios, es la energía vital del desarrollo civilizacional.


Varias décadas después, en 1961, David McClelland, en su trabajo relacionado con la sociedad de logro “The Achieving Society”, valida empírica y científicamente la teoría weberiana. McClelland demuestra que las sociedades donde domina la religión protestante, son cinco veces más ricas y desarrolladas que las sociedades que tienen la religión católica. Estos esfuerzos científicos relacionados con la necesidad de logro da nacimiento a la teoría cultural del desarrollo civilizacional que posteriormente fue elaborada y difundida por cientístas políticos tales como Easton, Almond, Powell, Verba, Pye, Huntington, Eckstein, Veliz y muchos otros.


Hoy, a comienzos del siglo 21, esta ética protestante se ha corrompido irremediablemente. El espíritu del capitalismo occidental ha muerto y es así como este capitalismo es un zombi que perdió su alma.  La gran crisis iniciada en septiembre del año 2007 lejos de ser resuelta se profundiza y agrava cada día más. El mundo ve con asombro, como países colapsan en Europa,  y Estados Unidos es incapaz de tomar decisiones urgentes y necesarias.  La rebelión y rechazo a este cuerpo sin alma se inició en el norte de África, saltó al medio oriente y luego se dejó caer sobre el sur de Europa. Hoy se extiende por sobre todo el mundo occidental.


A partir de comienzos de los años 70, con la administración del presidente Nixon se inició el ataque a las políticas estatistas e intervencionistas que habían logrado recuperar la economía y sociedad occidental después de la gran crisis de los años 30 y de la segunda guerra mundial. La ola neoliberal se incrementó enormemente con la llegada al poder del presidente Reagan y de la primera ministra Tatcher en Estados Unidos y gran Bretaña respectivamente. Gracias a estas políticas regresivas y neoliberales, los ricos occidentales se volvieron super ricos y esta enorme riqueza los corrompió totalmente.  Se hizo así realidad la teoría maquiavélica de la anaciclosis. La democracia occidental, gradualmente se transformó en corrupta oclocracia. Es decir el gobierno de los corruptos, con los corruptos y sólo para los corruptos. La inmensa mayoría de los empresarios occidentales perdieron su ética protestante y la remplazaron por la ética de mercado, el espíritu de lucro y la desrregularización.


Este cambio cultural paradigmático, explica en gran parte, la profunda crisis que afecta a Europa y los Estados Unidos. En estos países, los ricos y corruptos capitalistas que controlan el poder del Estado, quieren salvar a toda costa su riqueza, mediante la destrucción del estado de bienestar y la transformación de la clase media y trabajadora en una masa amorfa obligada a someterse a una nueva y brutal explotación. En otras palabras, una sociedad parecida a la que analizó Marx a mediados del siglo 19. Pero las masas explotadas han despertado y han iniciado un proceso de resistencia y rebelión. En Europa y los Estados Unidos, los “indignados”, obstaculizan una pronta solución neoliberal a la crisis. Las masas trabajadoras del norte de Europa se niegan a ayudar a los pobres del sur. Estos a su vez se resisten a aceptar el auto sacrificio y paralizan el proceso de reformas neoliberales.


En los Estados Unidos, los ricos que ya no tienen el auto control de la ética protestante, han empujado al partido republicano a una posición de extrema derecha (tea party). Por su parte, la actitud defensiva de la clase media y los pobres han empujado al partido demócrata hacia la izquierda. Es así como el centro político ha desaparecido y con ello también ha desaparecido la posibilidad de compromisos moderados y bipartidistas. Este fenómeno llamado “partisan politics” o política de partidismo sectario extremo, tiene paralizado el sistema político de los Estados Unidos. Sin un consenso mínimo, la política estadounidense se paraliza. De esta forma la constitución con su estricta división de poderes hace prácticamente imposible un gobierno efectivo que pueda con rapidez y oportunidad, resolver los problemas críticos que hoy afecta a la sociedad estadounidense.


La conclusión lógica de este empate político, tanto en Europa como en los Estados Unidos y la imposibilidad de resolver rápidamente problemas críticos, no puede ser otra que el colapso del modelo neoliberal y su eventual reemplazo por otro modelo que sea capaz de reorganizar la economía y la sociedad. Desafortunadamente, casi todas las condiciones suficientes y necesarias para la repetición de la gran depresión de 1929, están gradualmente avanzando hacia un catastrófico punto de inflexión.

F. Duque Ph.D.

Cientista Político

Puerto Montt, noviembre, 2011

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