A Mr.Blythe siempre le ha seducido Haití. No se sabe por qué. Mr.Blythe es una excepción en los EEUU, tan alejado de su pariente más pobre del hemisferio, tan distante de su país limítrofe.
Los países limítrofes con EEUU son Rusia (que limita con Alaska), Canadá, México, Bahamas, Cuba, Puerto Rico, República Dominicana…y Haití, pero eso casi nadie lo sabe en EEUU, fuera de
Y, por supuesto, de Mr.Blythe.
Mr.Blythe parece creer que en Haití hay que calmar las cosas, cuando se aceleran, y enviar tropas cuando no se calman.
Que eso es bueno para su país.
En Haití no se juega cricket, como en Las Bahamas, ni se lava el dinero como allí.
En Haití no hay, como en República Dominicana, grandes inversiones turísticas ni minas de oro o cobre. No hay ni siquiera turismo y podríamos decir que no hay minería.
Haití no es un estado asociado en sociedad, como Puerto Rico.
Y menos un país comunista como lo es Cuba desde 1959. En Haití impera el libre mercado y ni siquiera hay un partido comunista.
Haití, eso está claro, no es ni de lejos Rusia o Canadá o México.
¿Por qué, entonces, el interés de Mr.Blythe?
En 1994, Mr. Blythe, que había apoyado la brutal dictadura de Cedras, estuvo muy de acuerdo en que el expulsado por Cedras -Jean Bertrand Aristide- volviera al poder en brazos de los marines. Y más aún, estuvo de acuerdo con Aristide en poner fin a las fuerzas armadas haitianas, creadas en el tiempo de los Duvalier.
Blythe y Aristide dejaron a Haití sin Ejército, sólo con una Policía Nacional pequeña y mal preparada, en un país de siete u ocho millones de habitantes, ahora diez.
Aristide ganó porque se preocupó menos de los coup d’etat, aunque en 2004, en su segundo mandato, dijo ser víctima de uno de ellos.
Pero ¿y Mr.Blythe qué ganó? Los analistas no han podido concordar una tesis al respecto.
Después del terremoto haitiano de 2010, Mr.Blythe, a pesar de sus múltiples tareas, no tuvo ningún problema en aceptar el cargo de representante de
Un mes después de haber asumido, Mr. Blythe hubo de ser operado del corazón, pero continuó esa tarea tan atraído como siempre.
Mr. Blythe sabe que la economía, cuestión esencial en la reconstrucción, tiene mucho que ver con la política, y que el desorden es el enemigo principal de un plan de reconstrucción, más aún si el plan es manejado desde el exterior, como lo hacían los cónsules en el imperio romano.
Sin embargo, Mr.Blythe no se ha inmutado (ni siquiera lo ha comentado) con que a Haití haya retornado, bajo sus barbas, para quedarse, el ex dictador Jean Claude Duvalier, alias Bebe Doc, dirigente máximo del Ejército que él disolvió en 1994.
Tampoco ha dicho nada de la vuelta de Jean Bertrand Aristide, exiliado en África del Sur desde 2004, cuando el Cónsul de los EEUU en Haití puso a su disposición un avión blanco para que huyera, después de recibir su renuncia y pontificarle “C’est la vie, Monsieur le President, c’est la vie”.
Ni Bebe Doc ni Aristide han movido sus civiles tropas de sans coulottes. Están tranquilos, hasta ahora. Uno, dedicado a la educación, el otro a visitar sus muertos y a librarse de pequeños juicios entablados en tribunales tan débiles como el estado haitiano. Ambos con pequeños problemas de salud, como Mr.Blythe.
Mientras tanto un nuevo Presidente, Michel Martelly, el artista Sweet Micky, fue elegido.
A Mr.Blythe parece haberle gustado.
Él toca el saxofón y sabe de konpa direk, la música negra de Sweet Micky, cantante y teclista que tiene casa en Palm Beach.
Sweet Micky vende mucho más en los EEUU que en Haití.
Según observadores haitianos –y eso es muy posible- Mr. Blythe, delegado de
Monsieur Conille había trabajado, hasta ese instante, como secretario y jefe de gabinete de Mr.Blythe.
Todos esperan que una de las primeras cosas que haga Monsieur Conille sea pedirle a Mr. William Jefferson Blythe III, conocido por todos como Bill Clinton, que se quede en Haití cumpliendo las funciones que ejercía.
La señora podría ayudarlo porque es
Y otra, que ya ha anunciado el Presidente Sweet Micky: iniciar la reconstrucción de las fuerzas armadas de Haití, estando como supervisor político-económico el mismo Mr. Blythe, que las disolvió hace 17 años.
Mr.Blythe no debe olvidar, eso sí, que el peor garabato haitiano es “blan” y que a los haitianos no les gusta el pelo rizado u ondulado. Le dicen “pelo malo”.
Tampoco deben olvidarlo los chilenos, que, para los haitianos, son “blan” y cuyos jefes en Haití suelen tener el “pelo malo”.