En los dramas de Eurípides y Sófocles las figuras heroicas frecuentemente se suicidan para liberarse de situaciones en las que se saben perdidos de antemano. Para el héroe no hay salida y camina inexorablemente hacia su propia destrucción. Los profetas en la tragedia griega poseen información y la utilizan para encauzar al héroe hacia su destrucción, presentándola a través de adivinanzas indescifrables o herméticos enigmas.
La tradición se mantiene viva en Europa, pues hace unos días, en la cumbre de líderes europeos para dar la solución definitiva a la crisis del euro, se hizo alarde de los mismos impulsos suicidas y se sentaron las bases de la destrucción inexorable de la moneda común.
La cumbre anunció una rasurada de 50 por ciento sobre el principal de la deuda griega. Se dice que es un recorte voluntario para no desencadenar un evento crediticio
. Pero ¿qué es un evento crediticio
? Ese eufemismo alude veladamente al cataclismo financiero que se produciría si se cumplen las condiciones de los seguros de deuda que los bancos europeos han contratado con sus contrapartes estadunidenses para cubrirse en caso de impago por parte de algún gobierno de la eurozona. Para que los bancos acepten, se les ha presionado, chantajeado y corrompido con un paquete de incentivos
de 30 mil millones de euros.
Luego vino el plato fuerte: el anuncio de la ampliación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) hasta un billón de euros. Y si usted se pregunta de dónde sacaron ese dinero, la respuesta es que no lo tienen. El anuncio es un engaño: el Fondo no ha sido dotado de un céntimo de recursos frescos.
Esto demanda una explicación. Se podría haber utilizado al Banco Central Europeo para imprimir unos 700 mil millones para aumentar el poder del Fondo. Pero los alemanes están en contra. Así que se espera que el sector privado en Europa pueda proporcionar una parte de este monto. Pero con las perspectivas a la baja, esa aportación no rebasaría unos cuantos millones de euros. Entonces, ¿de dónde piensan los líderes europeos sacar el resto?
La respuesta: de China. Sí, ahora le toca a esa pieza mitológica llamada mercados emergentes
rescatar a la vieja Europa. Claro, el comunicado también habla de Brasil e India, pero no hay que engañarse. Esos dos no podrían entrarle a una aventura de este calibre. Por eso lo primero que hizo Sarkozy saliendo de la reunión fue llamar a Hu Jintao para darle la buena
nueva. El presidente chino recibió el mensaje con frialdad.
El plan es absurdo. La mayoría de los países europeos (salvo Alemania e Irlanda) mantiene un déficit comercial importante con Pekín. Así que pedirle recursos a China para apuntalar el FEEF equivale a pedirle dinero prestado para seguir comprando sus exportaciones. Las relaciones comerciales y financieras entre China y Estados Unidos han estado basadas en el mismo principio, lo que condujo a los desequilibrios globales que han marcado la economía mundial en las últimas décadas.
Los chinos exigirían condiciones para entrar en un arreglo de este tipo. Demandarían un mejor acceso a los mercados europeos, lo que ayudaría a deteriorar todavía más la balanza comercial y el empleo en Europa. Luego vendría el tema delicado de la paridad cambiaria. Ya un miembro del comité de política monetaria del banco central chino ha declarado que a cambio de invertir en el FEEF, Pekín apremiaría a los europeos para que no se quejen de la manipulación cambiaria que mantiene el renminbi subvaluado.
China tienen sus problemas: una gigantesca burbuja inmobiliaria, bancos con estados financieros de dudosa transparencia y una fuerte sobre-inversión en varias industrias fundamentales. Tendría que enfrentarles antes de comenzar a jugar al fortachón del barrio que arregla problemas ajenos.
Este enredo esconde una profunda distorsión del Fondo europeo de estabilidad financiera: ahora el apalancamiento se ha convertido en una de sus características esenciales. Apalancar significa utilizar una pequeña cantidad de dinero para conseguir más recursos y poder invertir (y especular). Y eso es precisamente lo que Sarkozy y
Al igual que los personajes trágicos, los líderes europeos muestran total incapacidad para aprender y leer las señales. Creyendo dominarlas, abrazan con gusto las fuerzas de su propia destrucción. Keynes, quien conocía bien a los clásicos, les hubiera dicho que el futuro es incierto.