Enero 3, 2025

Carlos Peña en su columna “La renuncia de Girardi”

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girardiLos propósitos vertidos por Carlos Peña (Rector de la UDP) en su columna de El Mercurio (*) nos revelan que la polémica con Guido Girardi, el Presidente del Senado, es un pretexto. Esta ha servido para que muchos autoproclamados “demócratas” cierren filas tras la defensa de las instituciones en crisis del régimen postdictadura.

 

 

 

 

Se busca pasar por alto la desafección de la ciudadanía al binominal, al parlamento y a la Constitución en un contexto de movilizaciones sociales ciudadanas que exigen Asamblea Constituyente y plebiscito.

 

El incordio aparente es sobre el proceder del Presidente del Senado Guido Girardi ante la irrupción de ciudadanos en la sede del Congreso donde estaba el Ministro Bulnes. 

 

Pero el debate de fondo (que se evita) es acerca del origen de esas instituciones que se enmarcan dentro de un régimen político y de una Constitución no democráticas. Medios, políticos como el ex presidente Ricardo Lagos y académicos como Carlos Peña tratan de desviar la atención de lo esencial. Lo hacen exigiendo mano dura y violencia estatal para restablecer la autoridad del Gobierno resquebrajada por su incapacidad de dialogar, ceder y satisfacer las demandas del movimiento estudiantil e ignorar la oposición ciudadana al proyecto HidroAysén.

 

Y paradójicamente, en este contexto político de crisis, los “demócratas” que invocan el respeto de las instituciones y la autoridad se transforman en amantes del orden y en adeptos incondicionales del monopolio estatal de la fuerza y la violencia para “restablecer la autoridad” gubernamental. El repertorio de las “virtudes ciudadanas” invocadas pregona la sumisión y la pasividad al sistema imperante.   

 

Leer a Carlos Peña invita a reflexionar sobre los dichos de Umberto Eco en una entrevista reciente publicada en el suplemento de filosofía de la revista Le Point. El lingüista, filósofo y escritor italiano rememora que el hecho de haber vivido entre los 5 y 6 años de edad bajo el régimen fascista de Mussolini, lo convirtió en alguien atento a lo que el denomina el “grotesco dictatorial y a sus exhibiciones de fuerza y autoridad”.

 

Como a la gran mayoría de chilenos y chilenas. 

 

Entusiasmado por la retórica de Peña, Ricardo Lagos llamó a “defender las instituciones de la República” cuestionadas cada vez más por los movimientos ciudadanos. Se entiende que el ex Presidente concertacionista que refrendó la Constitución oligárquica de Pinochet lo haga. Es menos comprensible que un académico como Peña las defienda hasta hacer una apología del uso de la violencia estatal para imponer el respeto de función pública de Presidente del Senado.

 

Grirardi, por su parte, tendría que aclarar si está de acuerdo o no con movilizarse por el llamado a elegir una Asamblea Constituyente, puesto que considera que las instituciones están en crisis. Ya que no hay otra manera de ennoblecer la política ciudadana:  convocar a las mayorías ciudadanas a que decidan.

 

Ambos (Lagos y Peña) hacen caso omiso de un dato relevante. El ordenamiento jurídico-político actual  no cumple los requisitos para darle a Chile el calificativo de una República porque las instituciones nunca fueron refundadas a partir del ejercicio de la soberanía y del poder constituyente de los ciudadanos que se tradujera en una Constitución, discutida, deliberada y votada según los parámetros democráticos.

 

Repitámoslo.

 

No hay otra manera de ennoblecer la política; si ésta es ciudadana.

 

Pero el miedo de la oligarquía a la democracia, el silencio de los intelectuales de la academia sumisa y  los pactos concertacionistas  se impusieron a la razón democrática. Hoy vemos las consecuencias de la falta de audacia política. La ciudadanía despertó y exige nuevas instituciones. Y la respuesta de los conservadores es siempre la misma: el principio de autoridad se matraca con la violencia estatal.

 

Hubiéramos esperado que el rector de la UDP se pronunciara acerca del comité de expertos en educación formado por el Gobierno para salvar el lucro y el dispositivo neoliberal de educación del cual la misma Universidad Diego Portales forma parte. Por ahí va la cosa. Defender la autoridad del Estado neoliberal actual es una necesidad para quienes se niegan a construir un sistema de accesibilidad a la educación universitaria que sea público y gratuito.

 

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(*) El Mercurio, 23 de octubre 2011.

http://blogs.elmercurio.com/reportajes/2011/10/23/la-renuncia-de-girardi.asp

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