Con estupor e incredulidad he leído la columna de opinión MODERACIÓN, del historiador Alfredo Jocelyn-Holt, publicada en el Diario
De partida, son las personas las que se enferman de la cabeza y no los países. ¿Quién podría seriamente afirmar que la gran cantidad de volcanes de nuestra geografía hace a los chilenos psicológicamente más caprichosos e inestables? Demuestra también una gran ignorancia respecto a la poesía de Neruda, al reducirla a que “lo hace tragar a uno un volcán verso por medio”. Lo invito a leer por lo menos el Canto General y su poema España en el Corazón:
Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal.
.
¡Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
Su referencia al suicidio de Violeta Parra es sencillamente inaceptable. Aludir de esa manera a los sentimientos más íntimos y las motivaciones que tuvo para hacerlo, sin saber nada de Violeta y su vida, lo retrata de cuerpo entero.
Respecto al suicidio de Salvador Allende, un historiador debiera ser por lo menos un poco menos prejuiciado y tratar de entender que el gesto del Presidente correspondió a lo que él llamó “una condena moral contra la felonía y la traición”. Tuvo valentía para enfrentar ese momento histórico, mas parece que a don Alfredo le molesta el papel que Salvador Allende tiene y tendrá en la historia de Chile.
Pero donde el señor Jocelyn Holt, realmente demuestra su obnubilación absoluta es cuando se pregunta: ¿Dónde se ha visto que se eleven a grandes momentos estelares de
Menos mal que
Termina su diatriba expresando: “Supone ser tolerante (salvo con el intolerante): que los cambios sean graduales (no estancarse ni irse de madre); renunciar a la violencia y a validarla (sacarse la capucha y no aplaudir a criminales de ningún lado); eliminar la palabra revolución del vocabulario (empezando por quienes se dicen de derecha), y evitar los gritos o grescas, improperios e insultos gratuitos.”
Pide tolerancia, pero no para el intolerante: ¿qué hacemos con ellos, entonces? ¿los tiramos al mar, con un riel en el cuello? Pide cambios graduales: por favor, “que todo cambie para que no cambie nada”, ¿eso es lo que quiere? Sacarse la capucha es otro de sus deseos: empecemos, pues, por los “encapuchados” que esquilman a los trabajadores, que tienen ganancias obscenas a costa de los pobres, que se enriquecen con la educación.
Para terminar, pide un imposible: terminar con la palabra revolución. Aquí sí que será difícil complacerlo, don Alfredo. Recuerde que “la revolución es la partera de
Jorge G. Péfaur
http://www.latercera.com/noticia/opinion/ideas-y-debates/2011/10/895-398983-9-moderacion.shtml
Jorge G. Péfaur