
La operación de inteligencia de rayar el nombre de Camila como candidata, cuya otra arista son las declaraciones del Ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter acusándola de política, no dio resultados, a juzgar por la poca rimbombancia que tuvo.
Sumida su alma aún en los paradigmas de la dictadura, el Ministro es un convencido que ser político es malo. Recordará durante sus abluciones, las diatribas que lanzaba su Master of the Universe contra los Señores Políticos.
Creer que se puede ser dirigente estudiantil y no ser político, es no entender nada de nada. Imaginar que las listas que pechan por la presidencia de las federaciones estudiantiles se distinguen, unas por ser rosadas y otras por ser celestes, es una torpeza sublime.
Para su pesar, los estudiantes se han politizado hace mucho rato. La verdad es que lo han sido siempre. Cosa distinta es que durante el mandato del tirano la actividad política se haya prohibido por ley, y se haya hecho de manera clandestina.
Los estudiantes, más que muchos actores sociales chilenos son de naturaleza política del momento en que usan su inteligencia. Son personas críticas de la historia que viven y los más audaces se lanzan a cambiar esa realidad que a muchos golpea por su brutalidad. Creer que cuando los estudiantes marchan disfrazados, con sus tambores y murgas, los hace menos políticos o más inocentes, es una cosa curiosa.
Distinta cosa es el extraño y peligroso caso de los apolíticos. Normalmente un apolítico es un político solapado, dado sólo a escuchar y rumiar sus opiniones en silencio por la cobardía que le impide darlas a conocer. Falto de argumentación, prefiere la aséptica determinación de manifestarse como apolítico, como si esa trinchera le permite carta blanca para no decir esta boca es mía. Así, va aceptar todo sin chistar porque su apoliticismo no le permite la audacia de entregar su opinión. Es un voto de silencio interesado que oculta falta de argumento y escaso valor. Muchos de esos apolítico se convirtieron en delatores de los que sí eran políticos en los trágicos tiempos de la bananera
Por eso fue tan recurrente la acusación de político como un sinónimo de oprobioso, pecador, cobarde, tránsfuga y traidor a la patria, que usó la dictadura. Ser político te transformaba en un enemigo sobre el cual era legítimo que cayeran las penas del infierno y de las otras.
Pensando en la pervivencia de esa rémora estúpida, es que se dispuso la realización de rayados murales en algunas comunas en las que se avisa la candidatura de Camila Vallejo a diputada. Eso le valdría, en la imaginación de sus creativos, ser poco menos que excomulgada, expuesta ante sus compañeros y la gente que la quiere por su honesta consecuencia, como una pecadora que merece sino la hoguera, por lo menos el descrédito o el sambenito.
Estamos en presencia de un gobierno sin recursos válidos. Se vienen tiempos de amenazas y operaciones clandestinas que aumentarán en peligrosidad no bien se agudice el enfrentamiento a niveles superiores. La pelea que han encabezado los señores políticos del movimiento estudiantil, da para mucho más aún.
Es un absurdo pensar en rendirse cuando se va ganado. Lo que resta es afirmar el pulso de los dirigentes y disponer de todo el valor de los que luchan. Y aprestarse a rechazar el coletazo de bestia herida que intentarán los operadores de la contra inteligencia, ocultos en sus oficinas secretas.
El régimen habrá de afinar la puntería. Quizás hacer rayados murales algo más convincentes, con letras menos derechitas y colores que tengan alguna certeza ideológica. Pero por el momento, deberá retirar de la agenda la grave acusación de dirigente político que se le ha hecho a Camila.
Puede resultar del todo inconveniente que muchos quieran ser políticos al modo de Giorgio, Camila, Francisco y de miles más. Y eso sí que sería grave.