Algunas de las reacciones suscitadas por las protestas estudiantiles traen a la memoria la obra “Los perros guardianes” (1932), del prematuramente fallecido filosofo francés Paul Nizan (1905-1940). En esta breve pero certera obra, P. Nizan discute de manera sagaz e impaciente el papel que los filósofos y pensadores de la primera mitad del Siglo XX en Francia tenían, en proveer los fundamentos intelectuales que justificaban las limitaciones políticas y económicas e injusticias del orden establecido en
En la obra, P. Nizan diagnostica de forma irónica como el trabajo intelectual de estos guardianes del orden establecido necesita de su total enajenación de la realidad en la cual viven la mayoría de sus compatriotas y los llama “a no continuar viviendo como zombies”. Además, los convida a bajarse del Olimpo artificial que ha sido creado para ellos, justamente para que cumplan su función, la de ser y crear obstáculos al mejoramiento de un arreglo social que va en detrimento de la mayoría.
Es indudable que el limitado desarrollo económico, cultural y político de Chile ha impedido que surjan intelectuales como los que P. Nizan criticaba en Francia y que fueran capaces de elaborar grandes edificios filosóficos y sociológicos desconectados de la realidad, como E. Durkheim, H. Bergson y L. Brunschvicg. Sin embargo, la lectura de la prensa de estos días indica que existen en el país un gran número de intelectuales tal vez de menor calado y prosapia que aquellos de Francia, pero que sin embargo cumplirían una función similar.
Por ejemplo, en una de sus columnas en El Mercurio, el escritor Don Roberto Ampuero, en vez de hacer un análisis serio de las demandas estudiantiles y de su justicia y de su veracidad se va por las ramas, sentenciosa y condescendientemente, aduciendo que los estudiantes chilenos carecerían de un lenguaje adecuado para presentar sus demandas con racionalidad y aplomo. En otro articulo, discutiendo la demanda de la educación gratuita de los estudiantes, el presenta una serie de preguntas acerca de las futuras obligaciones de estos estudiantes, sin dirigirse a analiza la racionalidad y la ecuanimidad de esta demanda fundamental, que debe haber estimulado en parte la elaboración de su artículo. En otra intervención el Sr. Ampuero, nuevamente con disimulo, da a entender que los estudiantes chilenos carecerían del conocimiento adecuado de cómo funciona el país y su economía, implicando de que esto los privaría de discernimiento y de la autoridad para solicitar cambios del sistema educativo que los afecta directamente de manera tan negativa.
Indudablemente que el uso del prejuiciado lugar común de la inexperiencia y de la irreflexión de la juventud que el Sr. Ampuero aduce para desacreditar las demandas estudiantiles, ignora por ejemplo que el trabajo con el cual A. Einstein revolucionara la física y la historia del mundo, y por el cual obtuviera el premio Nobel, fue desarrollado y publicado cuando el tenia entre
Por ejemplo, en Chile la extensión de la salud publica y de la educación a grandes sectores de la población en la década de los sesenta fue en parte posible por el trabajo remunerado y sin remunerar de estudiantes de ciencias de la salud y de educación, cuya formación había sido prácticamente gratuita y que de esta manera devolvían al país parte de esta inversión social. En el país adoptivo del Sr. Ampuero, EE.UU., estudiantes de diferentes descendencias, incluyendo los afro –americanos, arriesgando muchas veces sus vidas, cumplieron un rol fundamental en la expansión de los derechos civiles de la población afro americana en el sur del país en las década de los 60. Y no seria exagerado concluir que la elección del presidente B. Obama, que le torció la mano al prejuicio racial, fue posible en parte por el esfuerzo y el arrojo de estos estudiantes de aquella época.
Al leer las contribuciones del Sr. Ampuero y de los muchos otros llamados intelectuales, que discuten los actuales problemas educacionales de Chile uno encuentra que como decía P. Nizan en su libro parafraseando a E. Berl, que ellas “describen la realidad de una manera tortuosa y nebulosa con el objeto de que a nadie se le ocurra que es posible modificarla”. Contrastan estas grises y vacías grandilocuencias con una intervención en la televisión que circula en You Tube, de una niña de 9 años (Claudia Llancalahuen N.), alumna de una escuela rural de Quellón, Chiloé, en la cual ella diagnostica de una manera diáfana y original y con un lenguaje directo los problemas que enfrentan la inmensa mayoría de los niños y sus familias, en sus esfuerzos por adquirir una educación de calidad en Chile. El gran desafío de la educación en el país es que el talento natural demostrado a temprana edad por la estudiante Huancalahuen no sea destruido por el monstruoso sistema educacional chileno. Podríamos terminar diciéndole al movimiento estudiantil como Don Quijote a Sancho “Ladran Sancho, señal que avanzamos”