Otra vez una muerte provocada por Carabineros enluta al país. Manuel Gutiérrez Reinoso, un joven de 16 años que acompañaba a su hermano discapacitado que se moviliza en silla de ruedas, cayó víctima de disparos policiales la noche del 25 de agosto, segundo día del paro-protesta convocado por
La institución desmintió de inmediato la versión. El segundo jefe de
Hay que reconocer la reacción del gobierno al admitir el crimen e imponer sanciones administrativas. Pero quedan muchos aspectos pendientes en el desempeño de Carabineros que ha vuelto a depender del Ministerio del Interior. Durante los últimos meses ha arreciado la represión policial a movilizaciones sociales pacíficas que se ven acosadas por la acción de Carabineros y de grupos que actúan en forma provocadora. La brutalidad de procedimientos policiales, que en la práctica coartan el derecho constitucional a manifestar en forma pacífica y sin armas, ha causado preocupación en las organizaciones defensores de derechos humanos y ha repercutido con fuerza en el exterior por los testimonios gráficos que muestran en acción a Carabineros contra trabajadores, estudiantes, pobladores, mujeres y niños. El uso indiscriminado de carros lanza-agua, gas lacrimógeno, perdigones de goma y ataques preventivos sin mayor provocación, se han hecho habituales. Personas que desfilan por sectores autorizados -o que ni siquiera participan en las marchas- han sido brutalmente golpeadas, gaseadas y mojadas. Hay denuncias de torturas con electricidad y golpizas a detenidos en comisarías y retenes. Se han constatado casos de infiltración de carabineros en las manifestaciones y de una extraña pasividad ante desbordes del lumpen. Pareciera que a Carabineros le interesa que se produzcan desórdenes para justificar una represión indiscriminada y desprestigiar de esa manera la protesta social.
Una de las líneas centrales de este gobierno es la seguridad ciudadana. Para ello necesita una actuación enérgica de Carabineros; en otras palabras: cada vez más represión. Entre sus primeras medidas estuvo dar respaldo irrestricto a la policía uniformada. El ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, y el presidente de
Carabineros es una fuerza militarizada que hace labores de represión política y social que en otros países corresponden a una policía especializada. Aquí se mezclan funciones y así se incrementa la peligrosidad de la represión. Esto se comprobó durante la dictadura militar que situó a Carabineros en un nivel próximo al de las Fuerzas Armadas. Eso marcó profundamente a ese cuerpo policial que se hizo actor y cómplice de bárbaros crímenes y torturas cometidas junto con las otras instituciones armadas.
Numerosos otros crímenes ha cometido Carabineros bajo los gobiernos civiles que sucedieron a la dictadura. Casi siempre se trata de jóvenes caídos en manifestaciones y muchas veces de jóvenes mapuches. El primero fue Daniel Menco Prieto, de 23 años, estudiante de
La represión policial no debe tener cabida en un país en que se están produciendo enormes movilizaciones sociales pacíficas que exigen cambios institucionales, económicos y políticos, indispensables para el desarrollo de la democracia.
Las responsabilidades criminales por el asesinato del joven Manuel Gutiérrez deben hacerse efectivas. Son indispensables, al mismo tiempo, cambios en el alto mando de Carabineros. Y es necesario impedir que la justicia militar siga siendo un escudo protector de los abusos y atropellos de la policía uniformada.
La impunidad policial es una forma indirecta de prolongar en el tiempo la sombra de la dictadura militar. Ya es hora que Carabineros encuadre su comportamiento dentro de las formas civilizadas que impone un régimen que se pretende democrático.
PF
Editorial de “Punto Final”, edición Nº 741, 2 de septiembre, 2011
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