Una nación que se precia de tal es soberana, se autodetermina, se basa en el principio fundamental del Derecho Internacional público. Si el Banco Mundial (BM) expresa que la educación superior es un bien privado, no público, que se trata de una oferta limitada y que está disponible por precio, se lo está diciendo a su feligresía, a los mercaderes del templo, aunque pretende sorprender a quienes no adoran a su dios.
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Esto nos dice que los intelectuales son un peligro para los intereses de los mercaderes: ésta es la verdadera razón por la que a un personaje político del sector oficial le faltan argumentos, pero le sobran insultos, signo de irritación incontenida, o por la que un funcionario de gobierno puede amenazar con echarle los perros a la estudiantina y al movimiento social en potencial reagrupamiento, como ocurrió hace algunos días, cuando Pablo Zalaquett, alcalde de Santiago, se declaró partidario de sacar a las FF. AA. a la calle si las protestas que atentan contra la “seguridad de los vecinos” (el edil no identifica aún a los actores del conflicto) no paran antes del 11 de septiembre, la fecha fatídica chilena. Es la misma razón por la que, a modo de adelanto, un bellaco, probablemente de las fuerzas de orden, puede disparar y quitarle la vida a Manuel Gutiérrez Reinoso, un muchacho de dieciséis, símbolo del despertar de Chile después de una larga noche. La oligarquía de hoy (el término “oligarquía” fue acuñado en la antigua Grecia para decir “los riquillos gobernantes que se creen los mejores”) se siente complacida cuando las organizaciones políticas y de trabajadores de oposición parecen carcasas vacías y algunos oportunistas toman la estafeta para correr por la pista de la conciliación, pero se siente amenazada cuando la maduración del pensamiento y el rescate de la memoria histórica coinciden en una reivindicación dura que daba por extinta. Pero, no; no está extinta, estuvo latente y ahora es manifiesta: No queremos componendas. Queremos educación pública de calidad, pagada con el patrimonio de Chile, con los recursos naturales hoy enajenados a la nación y con la contribución de todo el país, incluyendo las tasas de retorno que aporta la juventud educada. ¿O acaso, por excepción, éstas no cuentan en la economía nacional?
La oligarquía, complaciente consigo misma, no se confiesa que hizo un desfalco del tamaño del país. ¿Qué le va a decir ahora a quienes les vendió lo que no era suyo?
*Poeta chileno, académico de