Las multitudinarias marchas de más 100.000 personas en Santiago, sumadas a los ciudadanos movilizados en las regiones exigiendo cambios en la educación, son un “apetitoso bocado” para muchos políticos, que ya quisieran tener tal poder de convocatoria.
¿Por qué este poder de convocatoria de los estudiantes y de la ciudadanía? Porque sus demandas son justas y, precisamente, porque las marchas no estaban convocadas por partidos políticos. Fueron manifestaciones transversales, expresiones ciudadanas de personas cansadas de la clase política y su vieja forma de gobernar. Algunas pancartas que portaban los manifestantes expresaban ese sentir: “Sin partidos políticos”. Los jóvenes participaron con gran entusiasmo, creatividad y alegría.
Cuando el rechazo a la clase política en general llega al 70% -según diversas encuestas-, seguramente todos los sectores políticos están pensando cómo hacer para apropiarse de este proceso. Hoy, entre bambalinas se intenta capturar este gran movimiento, para ponerlo al servicio de intereses políticos que no son precisamente los intereses de los estudiantes.
Al proponer
Podríamos estar en presencia de un verdadero “harakiri” del movimiento estudiantil, si se incorporan a este movimiento social por la educación -y de hecho así seguramente va a ser- referentes totalmente desprestigiados, como por ejemplo
El riesgo es que se vayan instalando en la opinión pública y en los propios participantes conceptos y liderazgos que no calcen con un movimiento ciudadano por la educación pública, y que la sospecha de la instrumentalización política de las manifestaciones, empiece a erosionar la credibilidad que hasta ahora han tenido los estudiantes.
Al involucrar a actores sociales diversos, todo lo que los estudiantes han sembrado a punta de peticiones justas, ingenio y creatividad, lo cosecharán otros personajes, y no precisamente los más consecuentes con las luchas de los trabajadores y estudiantes.
Allí estarán también los políticos, que no querrán quedarse sin su parte de este “bocado tan exquisito” o, por lo menos, aparecerán en la foto.
Ojalá me equivoque, pero en el momento en que los voceros estudiantiles se sienten en una misma mesa con Arturo Martínez y un conjunto variopinto de personajes de la política, se acabará este hermoso intento por cambiar la educación en Chile.