El escándalo suscitado a propósito de las escuchas ilegales y las interferencias de correos electrónicos por parte de periodistas del tabloide sensacionalista británico News of the World, debe hacer reflexionar sobre el poder de los medios de comunicación, pero más importantemente: el poder de aquellos grandes conglomerados que los controlan.
“El periodismo no es sino tecnología” decía el magnate inmobiliario Sam Zell en una intervención incluida en el excelente documental Page One: A Year Inside The New York Times presentemente en cartelera en salas de Norteamérica. Zell que en 2007 llegó a controlar una de las mayores cadenas de periódicos de Estados Unidos de esa manera hacía ver cual era su concepción del periodismo: esencialmente una fuente de utilidades para la empresa. En la persecución de su objetivo, decenas de profesionales en los diarios que controlaba fueron despedidos y otrora venerables medios se convirtieron básicamente en propagadores de chismes e historias de celebridades. Aun así y cuando ya no había remedio, la empresa editora del Chicago Tribune y Los Angeles Times terminó en bancarrota.
No es el caso de Rupert Murdoch, el australiano que siendo joven heredó la mitad de las acciones de dos importantes periódicos de ese país, para ver incrementada su fortuna desde los años 80 al adquirir una serie de periódicos tanto en su país de origen como en Gran Bretaña y Estados Unidos. En 1986 se convirtió en el dueño del emblemático Times de Londres dejando en claro desde un comienzo cual sería su estilo administrativo: controlando ya cuatro diarios británicos trasladó la impresión de todos ellos a una suerte de fortaleza y de paso lanzó a la calle a 5 mil trabajadores gráficos. Atento al desarrollo de las nuevas tecnologías se ocupó de diversificar su propiedad de medios, así lanzó Sky el primer servicio de televisión por satélite en Gran Bretaña.
El periódico que puso a Murdoch al centro del reciente escándalo mediático fue el News of the World, un semanario especializado en revelar pecadillos de las celebridades, fueran estas estrellas de cine, futbolistas y hasta miembros de la realeza. Como la explotación sensacionalista es de algún modo imparable y a su vez la sed por más y más por parte de un público condicionado a ese tipo de información, insaciable, el semanario empezó a apuntar incluso a quienes no siendo celebridades tenían su momento de exposición pública debido a algún hecho generalmente trágico en sus vidas, así se interfirieron llamadas y mensajes electrónicos de parientes de soldados muertos en Afganistán, pero donde la morbosidad llegó a su extremo—e hizo estallar el escándalo—fue con el caso de la familia de una chica que había sido asesinada. El periódico llegó a borrar mensajes y poner otros con lo que daban la impresión que la niña estaba aun viva, pese a que luego se supo que al momento que se revelaban nuevos mensajes ella estaba en verdad muerta.
Por cierto el sensacionalismo y la interferencia en los eventos, en los hechos creando los sucesos para luego reportearlos y con ello vender más diarios o tener más rating en el caso de la televisión, no es algo nuevo. Uno de los primeros grandes explotadores del sensacionalismo, el estadounidense William Randolph Hearst (cuyas andanzas inspiraron a Orson Welles el clásico film Citizen Kane, en español conocido como El ciudadano) es acreditado por los historiadores como el promotor de la guerra entre Estados Unidos y España de 1898 (“Usted pone los cablegramas y yo pongo la guerra…” le habría telegrafiado Hearst a su reportero en La Habana. Al poco tiempo una bomba cuyo origen nunca se supo hace volar al Maine, un buque norteamericano anclado en el puerto cubano y Estados Unidos declara la guerra a una España en decadencia que como resultado pierde sus últimas colonias en el continente: Cuba y Puerto Rico. Esta última aun bajo control estadounidense).
Desde el punto de vista del análisis de los medios mismos es importante aclarar aquí cómo es que en Gran Bretaña (y en Europa en general) los diarios aun tienen un significativo impacto en la ciudadanía, mientras que en América del Norte y hasta cierto punto también en América Latina, la televisión y crecientemente el Internet, aparecen como los medios “modernos”, dejando a los diarios cada vez más reducidos a medios para gente más bien mayor, al punto que muchos ya hablan de la desaparición del diario en formato papel. Un analista en The International Herald-Tribune apuntaba a este hecho señalando que por ser altamente regulada, la televisión en Gran Bretaña no tenía ese rol de trinchera política que sí tiene en Norteamérica y en la mayor parte de Latinoamérica. Por ley, la televisión británica, no sólo la venerable
En todo caso, y volviendo a Murdoch, como empresario él ha sabido adaptarse muy bien a las peculiaridades de distintas sociedades respecto de qué medios van a ser más eficaces, si en Gran Bretaña ellos son especialmente los impresos, en Estados Unidos y América Latina es la televisión, de allí que para el mercado estadounidense su atención se haya centrado en la que es la cuarta cadena televisiva comercial más importante: Fox y su filial noticiosa Fox News. El consorcio con el que Murdoch controla todas estas empresas, más periódicos como The New York Post y el Wall Street Journal, y el estudio cinematográfico Fox, es News Corporation, que también tiene intereses en algunos medios latinoamericanos como LAPTV (Latin American Pay Televisión) una distribuidora de canales en español basada en Atlanta que cuenta con oficinas en Buenos Aires, Caracas, Santiago de Chile, México D.F. y Bogotá; el canal Fox Telecolombia y en Brasil la Rede Telecine. Una señal de que el mercado latinoamericano no ha escapado al ojo de este sagaz empresario y uno bien puede decir que no sólo por las ganancias que pueda hacer sino también por el mensaje—eminentemente derechista—que puede propagar.
El escándalo desatado por las prácticas nada éticas de uno de los más emblemáticos periódicos del magnate Murdoch, le ha significado una indeseada exposición pública al haber sido llamado a declarar ante un comité parlamentario de la Cámara de los Comunes británica. Un indignado asistente a la audiencia incluso le lanzó un pastel a su cara sin mayores consecuencias aparte de ensuciarle su chaqueta. Pero otros han pagado o están por pagar un precio más alto por su implicancia directa o indirecta en todo el caso: la ex directora de News of the World, Rebekah Brooks, que enfrenta cargos criminales porque bajo su mando se produjeron los hechos ilegales efectuados por periodistas que en ese momento eran sus subalternos, el ahora ex jefe de Scotland Yard, Paul Stephenson y el ahora ex subjefe policial, John Yates, el primero por sus cercanas relaciones con un ex director de News of the World a quien empleó como consultor, y el segundo porque obstaculizó una reapertura de casos de espionaje telefónico cuando estos fueron reportados a la policía en 2009. Ambos se vieron obligados a renunciar a sus puestos.
El caso incluso ha llegado a afectar la credibilidad del primer ministro conservador David Cameron ya que siendo jefe de la oposición empleó como jefe de comunicaciones a Andy Coulson, un ex director del cuestionado periódico, hoy procesado por su rol en las escuchas ilegales. Es bien sabido por lo demás que Murdoch siempre ha colocado sus medios en una posición de apoyo político a los conservadores en Gran Bretaña así como en su país de origen, y en general a todos los derechistas. En Estados Unidos fue Fox News el primer medio que la noche de las elecciones presidenciales de 2000 empezó a dar por ganador en Florida a George W. Bush, en circunstancias que todos los otros canales habían ya anunciado como ganador en ese estado a Al Gore (este hecho es denunciado por Michael Moore en su documental Fahrenheit 9/11). Fox News también “mató” un exhaustivo reportaje de periodismo investigativo que daba cuenta de cómo el uso de hormonas causaba serios daños a las vacas y tenía un potencialmente dañino efecto sobre la leche que consumen los estadounidenses, hecho documentado en el film The Corporation. Bovine somatropine es una hormona creada en 1994 por no otra siniestramente célebre empresa que Monsanto, y cuyo objetivo es aumentar la producción de leche por parte de las vacas. Cuando un equipo de periodistas de Fox News quiso transmitir el reportaje, los abogados de Monsanto junto a los del canal de Murdoch decidieron eliminar todas las partes “controvertidas” a lo que los profesionales se negaron, resultando finalmente en su salida del canal. ¿Y qué fue de la libertad de prensa? Uno bien podría preguntarse.
Pero si en su trayectoria el conglomerado mediático de Murdoch es a menudo mencionado como “matando” reportajes que pueden incomodar a sus amigos o socios en otras empresas, o “matando” puestos de trabajo en el nombre del progreso de la tecnología que produce los medios de comunicación, el término “matar” podría aun tener una connotación menos metafórica y mucho más real si alguna vez se llega a revelar las exactas causas de por qué, el pasado lunes 18 de julio, en Londres y en circunstancias muy poco claras, en su apartamento de Londres apareció muerto Sean Hoare. ¿Quién era este hombre? Nada menos que un ex periodista de News of the World que fue el que primero denunció las acciones ilegales ordenadas por sus jefes.
No, no, no se trata de teorías conspirativas, pero que es una muerte sospechosa, nadie puede discutirlo. Uno sólo puede esperar que se aclare, aunque—no debo olvidar de decirles—los que investigarán serán probablemente los mismos policías de Scotland Yard de algún modo formados por los dos jefes hoy renunciados precisamente por sus cercanos vínculos a News of the World. Demasiadas coincidencias.
De paso, al momento que escribo esta nota organizaciones como Reporteros sin fronteras, que yo sepa, no han levantado su voz para pedir una exhaustiva investigación por la muerte del periodista Hoare, aunque eso sí, han sido muy diligentes en denunciar un reciente dictamen judicial en Ecuador contra los editores del diario El Universo por calumnias al presidente Rafael Correa, como antes denunciaron al gobierno de Hugo Chávez por supuestas restricciones a la libertad de prensa. Pero ni Correa ni Chávez han matado a periodista alguno.
Bueno, para no ser acusado de calumniar no hay pruebas que Murdoch esté detrás de la extraña muerte de Hoare. Pero que todo esto es muy sospechoso, no se puede negar. Claro está, con el presente estado de cosas en Scotland Yard y sus ligazones con los editores del periodismo sensacionalista controlado por el más poderoso empresario mediático del mundo, creo que ni con la ayuda de Sherlock Holmes o de Hercule Poirot se podrá resolver el caso. Murdoch entretanto se querrá tomar un bajo perfil por un tiempo, para él todo esto puede ser un simple contratiempo, lo importante es que controlando los medios él controlara el mensaje, al menos el mensaje que le llega a la mayor cantidad de gente: la que consume el periodismo evasivo de la vida de celebridades y las chicas con poca o sin ropa, y a la que llegado el momento de votar se le recuerda que lo haga por aquellos políticos que encarnan la continuidad de ese mundo de fantasía que se destila desde sus páginas o desde sus pantallas.