La evangelización ayudó a destruir las culturas aborígenes, borró la mayoría de los conocimientos y costumbres andinas. Para sobrevivir los indígenas tuvieron que aculturarse, mezclar sus creencias para dejar satisfechos a los doctrineros y evitar que los persigan tanto, al punto que hoy ya no existen las creencias puras.
Cada año el 16 de julio se celebra en la región de Tarapacá la Virgen de la Tirana, la festividad religiosa más grande de Chile, pues reúne a unas 350 cofradías de danzantes y unos 300.000 feligreses del país, de Bolivia y Perú. Sin embargo, al investigar sus datos históricos, propósitos y valores culturales, surgen dudas, sorpresas y consecuencias que nos pueden sorprender.
Al buscar en internet información y los orígenes de esta festividad, su leyenda narra: que Diego de Almagro en su interés por descubrir Chile, partió del Cuzco llevando cautivo a Huillac Uma, prominente sacerdote Inca y a su hija Ñusta Huillac. Mientras la expedición pernoctaba en el pueblo de Pica, muchos yanaconas huyeron durante una noche y con ellos la princesa y su padre. Refugiados en los bosques de tamarugos Ñusta Huillac organizó una rebelión para recuperar el poder de los Incas, llegando a ser temida por sus enemigos y conocida como “La Tirana del Tamarugal”.
Un día llegó el joven portugués Vasco de Almeida, extraviado en su camino hacia la mítica “Mina del sol”. El flechazo de Almeida y Ñusta fue inmediato. Descubierta la relación, ambos fueron condenados a muerte, el portugués había logrado convencerla que se bautizara. Por haber sido sorprendidos en la ceremonia, fueron asesinados por los nativos. Años después un fraile descubrió una cruz y como una forma de homenajear el amor de los jóvenes, se construyó una capilla y más tarde el templo de “Nuestra Señora del Carmen de la Tirana”.
La leyenda es muy creíble, pero revisando la web sobre “Bailes Folklóricos de Chile nos encontramos con versiones y datos contradictorios, ejemplo: http://enlaces.ucv.cl/ecuador/pagina_nueva15.htm#Bailes%20Folkl%C3%B3ricos%20de%20Chile, nos da una fecha equivocada. Esta página, indica 1520 como fecha del viaje de Almagro a Chile, en circunstancias que su partida del Cuzco fue el 3 de julio de 1535 y su retorno en 1547.
Otro punto que llama la atención, es que a Ñusta Huillac le hayan ascendido a la categoría de “Santa”, o “Nuestra Señora Patrona del Tamarugal”. ¿Una historia milagrera más de los doctrineros coloniales para cristianizar indios?
Al indagar sobre la conquista y colonización en la región andina, hallamos los esfuerzos que hicieron la Corona Española y la Iglesia Católica por reducir y evangelizar a los indígenas. A estos los encontramos con el” trauma de la conquista”, sumidos en una gran desolación al ver colapsado su país, la destrucción de sus dioses y soportando una cristianización forzada.
Los hispánicos al llegar al Nuevo Mundo trajeron su maquiavélico espíritu guerrero, una mentalidad medieval con conceptos de hechicerías, sectas heréticas y paganismo. Por lo cual hallaban demonios detrás de cada piedra y objeto raro.
Traían las experiencias de la “Reconquista de España”, la inquisición contra brujos, judíos y musulmanes. Pizarro aplico la estrategia de Cortés, de engañar y masacrar indios y su fanatismo religioso.
De abril a junio de 1535, los conquistadores en el Cuzco pudieron contemplar la fiesta de la cosecha y la procesión con las momias incas, en la celebración del Inti Raymi vieron como los dignatarios y el pueblo quechua, esperaban la salida del sol con cantos y alabanzas, cultos que inmediatamente fueron calificados de idolatría pura. El cronista Garcilaso reafirmará luego, que después de esas fechas, ya no se verán las festividades, serán prohibidas como “Paganismo”.
Durante los primeros años de la conquista el celo religioso, se redujo al pillaje y despojo de los templos y cementerios incas, para extraer los ídolos de oro que en ellos abundaban. Después la extirpación de idolatrías se transformó en una política autónoma como proceso de evangelización.
Mientras se aquietaba la guerra civil (de Pizarristas y Almagristas), los teólogos discutían sobre la idolatría. El domínico Bartolomé de Las Casas, escribía La Apologética y el jesuita José de Acosta elaboraba los fundamentos sobre la evangelización. El primero sostenía que la idolatría era natural que se desarrollara en la errónea cultura andina, pero que estos “indios idólatras” no eran perversos. Acosta Afirmaba que la idolatría era diabólica y no natural, que no podía coexistir con las virtudes del alma, que la atacaba y pervertía irremediablemente, como decía la Biblia: “es el mayor de todos los males”. Y si los indios adoraban al sol, a peñas, fuentes, etc., estaban perdidos. Años después publica sus obras: Procuranda y luego Historia Moral y Natural de las Indias.
Paralelamente a esto se construían las iglesias cristianas, muchas de ellas sobre los principales templos indígenas. En 1541 Luis de Morales, vicario del Cuzco, dirigía al rey un informe con los ejemplos de idolatría de los indios y como los mayores obstáculos para la fe, y solicitaba la creación de una institución encargada de destruir “todas las idolatrías y huacas”. El Obispo Loayza redacta “Las Instrucciones de la orden que se ha de tener a la Doctrina de los Naturales”.
En el Concilio Provincial de Lima (1545), se instruyó a sacerdotes y curacas para que nombren a dos indios de confianza como alguaciles o fiscales, para vigilar la conducta de los indios bautizados en sus aldeas y denuncien las actitudes idolátricas o paganas.
En los Concilios I, II y III de Lima (1551 a 1583), se adoptaron un conjunto de normas en contra la idolatría y el cumplimiento la ley cristiana en la región: los curas debían instruir a los indios en su lengua, reunirlos en la iglesia cada mañana para orar y adoctrinarlos, etc. Se sindicó a los hechiceros como responsables de la idolatría. Cada “Brujo” sorprendido debía recibir 50 azotes y ser rapado (terrible afrenta para los indios), el reincidente debía ser detenido e instruirle juicio. Y se perfeccionaron las medidas para la Extirpación de Idolatrías con carácter de “policía cristiana”. Finalmente se determinó la reclusión perpetua de los hechiceros como “ministros abominables del demonio, que en un día destruyen todo cuanto los sacerdotes de Dios han edificado en un año”.
Hay que reconocer que es muy difícil extinguir las culturas, más aun aquellas construidas en miles de años. Ante la “resistencia” de los andinos, la iglesia no desfalleció. Hacia 1583, el eclesiástico del Cuzco Cristóbal de Albornoz, escribe la “Instrucción para descubrir toda las huacas del Perú y sus Camayos y Haciendas”, el primer manual de extirpación, preparado para reprimir el “Taqui Onkoy” (la danza del dolor), un movimiento de rebeldía religioso de los andinos, propagado por los obispados del Cuzco, Arequipa, Chuquisaca y la Paz. Albornoz entrega datos precisos sobre las creencias, ritos y huacas por extirpar; las implicancias ideológicas del “Taqui Onkoy”, el peligro para la fe católica, etc.
Con todo lo cual, se pone en marcha las tres Campañas de Extirpación de Idolatrías, que serán las actividades principales de las décadas posteriores. El Virrey Toledo (1569-2581) será el principal promotor del Santo Oficio en toda la región andina, cuyo objetivo era destruir totalmente la religión indígena, liquidar las estructuras económicas y sociales de los incas hasta la obsesión. Su ideal, hispanizar a los indios y desde allí ejercer la autoridad definitiva sobre ellos.
En el norte de Chile en 1641, el arzobispado de la Plata nombró a Francisco de Otal, vicario y juez eclesiástico “para la extirpación y castigo de las idolatrías y supersticiones que haya entre los indios de la provincia de Atacama”. Otal, cura de Cobija y de todo el valle del Loa, con los instrumentos más arriba descritos, logró evangelizar a la totalidad de los indígenas que vivían en la Región del río Loa de una pasada. Erradicó violentamente las creencias de la población al aplicar las técnicas del Santo Oficio de la Inquisición, obligando compulsivamente y por la fuerza a cristianizarse. Y como la gente seguía practicando sus ritos de forma oculta, Otal fue muy hábil para sorprenderlos y apresarlos a todos los que estaban practicando los ritos ancestrales. Los desterró lejos, a los conventos del Perú, Bolivia y Chuquisaca de por vida. De allí no pudieron salir nuca más ni ver a sus familiares. Fue el castigo y destino de muchos yatiris, curanderos y demás líderes espirituales, especialmente los abuelos más sabios, los conocedores de la cultura y las creencias andinas. Así terminaron sus días trabajando en las labores de aseo y los menesteres más bajos de monasterios y conventos católicos.
En consecuencia, las grandes fiestas Marianas del norte de Chile, tienen un trasfondo histórico netamente indígena. Los templos están edificados sobre antiguos centros ceremoniales aborígenes. Es decir, sobre las “huacas” mayores, allí donde los antiguos andinos realizaban sus peregrinaciones, ritos y festividades para alagar al padre sol y a la madre tierra. Pero debido al compulsivo proceso evangelizador los astutos doctrineros coloniales terminaron inventando una serie de santas y santos cristianos “aparecidos por milagros” para luego implantarlos en dichos lugares. Con los cuales lograron sus objetivos. Ejemplo, el caso de La Virgen de Las Peñas, en la quebrada de Livilcar en Arica, investigado por el antropólogo Jean Van Kessel, quien certifica que debajo la imagen de la Virgen hay una “huaca”, tallada en la roca hace muchos siglos. Era un antiguo adoratorio de los pobladores andinos de los altos de Arica, y el mismo antropólogo, narra las versiones del “milagro”. Similares inventos tienen lugar en la Virgen de Ayquina, el Socavón de Oruro, Copacabana, Locumba, etc.
Luego, vemos que en la Tirana desaparecieron los ritos, la cultura y las creencias andinas, así como sus cultores directos (aymaras y quechuas). En este santuario, el culto es administrado por el Obispado de Iquique y la feligresía es mayoritariamente urbana. Si bien en ella predomina la música y las danzas andinas, la festividad devino en un hibridismo religioso, en que se mescla lo divino y lo pagano y donde aflora con mucha fuerza el comercio mercantil y otras contradicciones sociales y religiosas, largos de comentar.