
No puedo ocultar la emoción, lo siento, yo era niña cuando todo esto pasó. Mi madre, la Estela, se embarazó de mí justo cuando a este país le partieron el alma… y ella y el José, mi padre, decidieron tenerme, dejarme, pujarme, para que naciera. Estoy segura que, dentro de todos los actos inconscientes que hicieron en ese periodo, ese fue el mayor. Decidir parir y traer a alguien a la vida, en medio de todo ese horror.
Acabo de ver “Los archivos del cardenal” y tengo el alma en vilo. No puedo ser objetiva¸ no quiero, no me corresponde. Yo crecí allí, en la Vicaría, ahí jugaba, ahí crecí, ahí aprendí la vida¸ mis amigos eran otros niños, que como yo, tenían familiares desaparecidos. Y sin embargo, jugábamos.
Hoy vi, en el primer capítulo, cuando comienzan a aparecer los cuerpos de los desaparecidos. Yo era pequeña y recuerdo a la Estela y al Jose yendo a conversar con gente, para contarles que sus familiares habían aparecido… muertos. Esa terrible noticia era mejor que no saber qué había pasado con ellos. Lo contradictorio de todo esto, entre muchas cosas, es que mi mamá no supo, hasta hace muy poco , lo que había pasado con mi abuelo.
Pero eso era la vida en Chile cuando nací. No podíamos decir quiénes éramos, qué pensábamos, cómo queríamos vivir. Yo pensé que iba a vivir toda mi vida así.
Por eso, cuando secuestraron al José en las puertas del Latino, no tuve ni una duda de que lo iban a matar. Tenía 11 años. Y lo único que rogué, cuando certifiqué la noticia, fue saber qué había pasado con él. Para que vean cómo era la cosa, jamás, en esas horas, soñé en que apareciera vivo. Mi único deseo era que apareciera.
Ese hombre hermoso, que era mi padre.
No sé como la Estela vivió, cómo vive. Mi abuelo, su padre, era un “desaparecido” y el 85 le quitaron al amor de su vida.
Cómo vive una mujer de 35 años con 4 hijos con su padre desaparecido y su compañero degollado? No lo sé.
De eso habla “Los archivos del cardenal”, de nosotros, de estos insolentes optimistas, que se negaron a entregarse al horror. Habla de personas que nunca, nunca, dejaron de confiar en la humanidad. Habla de un país fracturado. Habla de seres humanos valientes. Habla de nosotros. Para que nunca más. Habla del silencio. Y de la lealtad que algunos seres humanos, sentimos, hacia nuestros prójimos.
Chile, un país fracturado, que por fin, decide comenzar a verse.
Javiera Parada Ortíz