
“Terminé por adquirir el convencimiento con respecto a todos los Estados actuales de que están, sin excepción, mal gobernados”. Platón parte de este convencimiento para construir su utopía de Estado Ideal que propone en su obra máxima: República.
Si bien esta conclusión a la que llega Platón le es dada por la situación bastante calamitosa en que se encuentra el mundo griego en esa primera mitad del siglo IV (a C), no es menos cierto que tenía los ojos puestos en el ideal espartano que se manifestaba en la misma época, pero que no estaba exento de una gran tradición. “Esparta no tiene lugar independiente ni en la historia de la filosofía ni en la del arte. La raza jónica, por ejemplo, juega un papel dirigente en el desarrollo de la conciencia filosófica y ética. En vano se buscaría un nombre espartano entre los moralistas y filósofos griegos. Esparta halla, en cambio, un lugar preponderante en la historia de la educación. La más característica creación de Esparta es su estado, y el Estado representa aquí, por primera vez, una fuerza pedagógica en el sentido más amplio de la palabra”. (1)
La fuente espartana en que se había inspirado Platón para su República tenía una influencia claramente identificable: las reformas que habría introducido el legislador Licurgo en los inicios de la constitución de Esparta como agrupación política.
Con la intención de conocer otras costumbres, instituciones, y leyes de otras realidades, Licurgo inició un periplo por varios países: inició su viaje en Creta, de ahí se embarcó a Asia donde pudo contemplar la diferencia entre los modos de vida y los sistemas de gobierno. Supuestamente, también llegó hasta Egipto.
A pesar de que la decisión de Licurgo de abandonar Esparta por un tiempo, se debió al dolor que le produjo el haber sido acusado de una posible conspiración contra el rey, “los lacedemonios añoraban a Licurgo en su ausencia y, a menudo, le mandaban emisarios, convencidos de que los reyes tenían el nombre y la dignidad del cargo, pero ninguna otra cosa con que se distinguieran del vulgo, mientras que en aquel había cierto natural dotado para el mando y habilidad para guiar a la gente. Y ni siquiera para los reyes era ingrata la vuelta de este hombre, sino que albergaban la esperanza de que, en su presencia, dispondrían del pueblo en actitud menos insolente”. (2)
Licurgo y
“Cuando, por tanto, regresó junto a quienes tal disposición tenían, se propuso en seguida remover la presente situación y cambiar
Como se puede apreciar, Licurgo, al igual que Platón, pero antes que él, pensaba que la situación de su patria (circa siglo VIII, a C) era bastante caótica y que la única solución era una reforma radical que se fundamentaba en un cambio de la propia Constitución. Licurgo viaja a Delfos para consultar al oráculo y pedir sabio consejo para una empresa de tal envergadura: “tanto interés puso Licurgo en este cargo, que, referente a él, trajo de Delfos un oráculo al que llaman retra (rhetra)”. (4)
Las retras eran leyes fundamentales y solemnes referentes a aspectos precisos de la vida social y política espartana; se conocen muy pocas de ellas, puesto que Licurgo pensaba que las normas más eficaces e importantes para lograr la felicidad de una ciudad y la virtud, se conservan inalterables, cuando se han inculcado en los caracteres y métodos educativos de los ciudadanos y éstos tienen la capacidad de libre elección.
Una de las retras consistía, justamente, en lo que explica el punto anterior, es decir, no hacer uso de leyes escritas. Otra se refiere a la austeridad que debían practicar los ciudadanos, especialmente en la construcción de la vivienda y en los bienes muebles que ella debía albergar.
La segunda de las medidas políticas y la más atrevida, fue la redistribución de la tierra. Licurgo consideraba que las enfermedades más graves del Estado eran la riqueza y la pobreza por lo que persuadió a los espartiatas “…para que puesto en común todo el país lo redistribuyeran desde la base y convivieran haciéndose absolutamente todos semejantes y de igual patrimonio respecto a sus medios de vida, pero aspirando al primer puesto en virtud, a sabiendas de que, entre uno y otro, no existe mayor diferencia ni desigualdad que la que establece la cesura de sus defectos y el elogio de sus cualidades”. (5)
El reparto de la tierra fue acompañado por medidas de tipo político, anulando el valor de cualquier moneda de oro y de plata y decretando que sólo se utilizaría el hierro al que, por lo demás, se le asignaba un bajísimo valor.
La tercera medida radica en la organización de las comidas comunitarias o syssitias, que abracarían toda la vida en común, no sólo las comidas. Estas sissytias forman parte, en efecto, de toda una concepción de vida comunitaria que abarca el matrimonio, la procreación y, en general, todo el período de educación de los espartiatas. Es necesario recordar que Licurgo no consideraba propiedad de los padres a los niños, sino patrimonio de la ciudad.
En síntesis, el postulado de la educación pública constituye la verdadera aportación del Estado espartano a la historia de la cultura, postulado que se encuentra radicado en
Licurgo: “griegos ¿ por qué me habéis abandonado?”
(1) Werner Jaeger, Paideia, FCE, México, 1992.
(2), (3), (4) y (5) Plutarco, “Licurgo”, en Vidas paralelas, pp. 275-337.