De caer las demandas de los estudiantes en el hoyo negro del Congreso, significará la desmantelación de todos lo logrado hasta ahora. Dejad atrás toda esperanza los que entráis aquí.
Resulta alejado del más elemental sentido común entregar a quienes en más de veinte años no han hecho otra cosa que reproducir sus propios intereses, de espaldas a la gente, incluso a la que vota por ellos, la resolución de un problema del cual han sido sus sostenedores.
Que se sepa, las condiciones en que se bate la educación, y todo lo demás, es por el imperio de leyes que ese mismo Congreso, que hoy levanta la mano para proponerse los salvadores, han hecho con deleite durante casi un cuarto de siglo.
Más parece una operación para terminar con las movilizaciones, que una oferta genuina por resolver los desacuerdos entre autoridades y estudiantes y ciudadanía. Algunos hemos advertido que operaciones para desactivar las movilizaciones que han puesto el dedo en la llaga y en otras partes, están en curso. Esta es una de ellas.
El Congreso y todo lo que tiene en su interior sólo busca beneficiarse y aparecer como el campeón de las transformaciones cuando lo único que ha sido es un nido en el cual se reproduce un sistema que ha despreciado durante mucho tiempo a la gente.
Bueyes sin cuernos, celebran los doscientos años de una institución que ha tenido las más de las veces un comportamiento vergonzoso en su historia. Recordemos que si aún hay rescoldos calientes de la tragedia inaugurada un nublado martes once, fue por la intercesión de
Estamos ante un intento de secuestro anunciado por el Ministro Lavín, secundada por el presidente del Senado, quien, ni tonto ni perezoso, encuentra una oportunidad de lucir sus galas y aparecer con el gran salvador de la causa de los estudiantes.
El Congreso no tiene la vocación ni la legitimidad para deshacer lo que tanto le ha constado construir. Elegido por leyes inmorales, el actual Congreso no represente las mayorías de nuestro país. Una cosa es que sea legal y otra muy distinta es que sea legítimo.
Cada uno de los señores que se sientan en esos cómodos y bien pagados asientos, se eligen por medio de una ley tramposa que hace equivalente un tercio a dos tercios. Y, a pesar de los reclamos tibios de muchos, tanto a
Los estudiantes deben estar alertas y no permitir esta nueva frescura del sistema político. Sobre todo, no deben creer las ofertas y buenas disposiciones falsas para llevar al congreso un problema que se va a resolver en las calles. Debe declararse como inválido este Congreso para intentar resolver lo que ayudó a crear.
Los estudiantes deben transformar su fuerza social en fuerza política. Mientras las movilizaciones no amenacen el momento y lugar en donde el poder se regenera, los que han llevado la situación de la educación y todo lo demás a este punto, respirarán tranquilos.
Los estudiantes son capaces de ir más allá. Son capaces de apuntar allí donde al sistema les duele y donde no llegan los chorros de agua pestilente, los gases venenosos, ni la luma cobarde.
Los estudiantes no deben transferir su propia fuerza a quien no ha movido un dedo por ellos en largos años. Sí deben transformarse de verdad en una opción política, generando un movimiento tal que propongan sus propios candidatos a todos lo que sea elegible.
¿Quien dijo que sólo los partidos, esas anquilosas maquinarias de reproducir por poder, son los únicos que pueden hacer política?
El día en que en la alcaldía, el Congreso y en la presidencia, lleguen autoridades propuestas y elegidas por los estudiantes y quienes estén con ellos, la cosa comenzará a cambiar. Antes, no.