México DF.- En entrevista telefónica desde Madrid, Óscar Soto (1935), médico personal del Presidente Salvador Allende, recuerda el 11 de septiembre de 1973 en La Moneda: “Yo acudí al llamado hecho por el Presidente Allende desde su casa de la calle Tomas Moro, a las 7:30 de la mañana. Era un deber ético y de responsabilidad ir a La Moneda. Yo lo había acompañado todos los mil días de su gobierno y lo había acompañado a Colombia, Ecuador, Perú, Argentina, Cuba, Argel, Marruecos, México, a la Unión Soviética y a las Naciones Unidas. Además de ir con él la mayoría de las veces en sus desplazamientos por el país. No dudé en seguir con él cualquiera que fueran las circunstancias”.
El cardiólogo Óscar Soto Guzmán narra -en exclusiva- para los lectores de Clarín.cl su amistad y respeto por el Compañero Presidente: “Agradezco a la vida que me haya dado la oportunidad de conocer, cuidar y hacer amistad con una persona de la calidad de Salvador Allende. Lo recuerdo serio, a veces de mal humor -las menos-, consecuente con sus ideas, cariñoso con los hombres y mujeres del pueblo chileno. La figura de Salvador Allende está vinculada a su proyecto, a su consecuencia y a toda su vida política y social. Creo que si se piensa que es mejor políticamente el magnicidio, están equivocados. Para nosotros y mucha gente, lo revolucionario está vinculado a la ética y a la verdad”.
MC.- ¿Cuándo conoció a Salvador Allende?, ¿por qué aceptó colaborar en el rol de médico personal?
OS.- Salvador Allende era un político muy conocido en Chile por su acción parlamentaria y sus candidaturas a la Presidencia de la República desde 1952. No era amigo mío, de manera que yo lo conocí personalmente en junio de 1970 cuando fui requerido por su equipo de trabajo, en el cual estaban dos médicos: su hija Beatriz y el doctor Eduardo Paredes, miembro del Comité Central del Partido Socialista, para atender al Presidente Allende por un cuadro anginoso, con isquemia miocárdica, que le ocurrió en una calle de Santiago de Chile. Acepté ser su medico personal, a solicitud de él, que me expresó su confianza técnica y valoró mi discreción personal. Naturalmente yo coincidía con su proyecto político.
MC.- Usted era su cardiólogo, no un asesor político y el martes 11 de septiembre se habían presentado otros médicos, ¿por qué acudió el día del golpe de Estado a La Moneda?
OS.- Efectivamente yo era un observador sin participar en sus decisiones políticas, conversábamos como amigos de su trabajo. En el curso del gobierno del Presidente Allende, nos pareció necesario incorporar a otros colegas para formar un equipo, que estuviera en condiciones de cumplir funciones médicas en el Palacio de La Moneda ante cualquier eventualidad. Así llegaron todos los médicos el 11 de Septiembre al Palacio de La Moneda.
Yo acudí al llamado hecho por el Presidente Allende desde su casa particular de la calle Tomas Moro, a las 7:30 de la mañana. Era un deber ético y de responsabilidad ir a La Moneda. Yo lo había acompañado todos los mil días de su gobierno y lo había acompañado a Colombia, Ecuador, Perú, Argentina, Cuba, Argel, Marruecos, México, a la Unión Soviética y a las Naciones Unidas. Además de ir con él la mayoría de las veces en sus desplazamientos por el país. No dudé en seguir con él cualquiera que fueran las circunstancias.
MC.- Tardó 25 años en hacer público su testimonio sobre el suicidio del Presidente Allende; pero en privado, ¿compartió la historia de lo vivido el 11 de septiembre?, ¿nunca le pidieron hablar del tema durante el exilio para desmentir la tesis del magnicidio?
OS.- El suicidio del Presidente se lo di a conocer a la señora Hortensia Bussi y a toda la familia Allende Bussi, el día 13 de septiembre de 1973 en la Embajada de México en Santiago de Chile. Veinticinco años demoré en acumular todos los antecedentes para escribir mi libro, que en su primera edición (1998) tiene algunas deficiencias sobre la suerte posterior de los compañeros del Presidente Allende. Estas deficiencias las corregí en una edición menos conocida del año 2008, el libro fue reeditado por Rba de Barcelona.
En el mes de noviembre de 1973, ya estando trabajando como cardiólogo en Cuba, me pidieron un relato de lo acontecido el 11 de septiembre en La Moneda. Algún tiempo después se publicaba en Cuba una versión diferente que recogía todo lo que Fidel Castro Ruz había dicho el 28 de septiembre de 1973 en la Plaza de la Revolución de La Habana. Mi absoluto rechazo a esa versión -que es falsa- fue una de las causas de mi salida de Cuba. Mantengo un gran cariño por el pueblo cubano y siempre le he agradecido su cariño y solidaridad conmigo, mi familia y mis cinco hijos.
MC.- ¿Cuál es su conclusión ante la nueva exhumación del Presidente Salvador Allende?
OS.- La conclusión de la exhumación la darán en algunos meses los expertos nacionales e internacionales, de gran calidad profesional que están trabajando en la aclaración definitiva de las dudas suscitadas. Yo he participado declarando ante el Ministro Mario Carroza y aportando las radiografías dentales en mi poder que han permitido la identificación del cadáver. Personalmente concuerdo con la opinión de la familia Allende Bussi en la necesidad de la exhumación. Creo que un Estado serio debe investigar cómo murió su máximo mandatario. El Ministro Mario Carroza está realizando un gran trabajo y habrá que darle tiempo y tranquilidad para su tarea, que estoy seguro será muy eficaz.
MC.- ¿La investigación judicial le parece una “duda razonable” por las inconsistencias de la necropsia durante el régimen de Pinochet?
OS.- Yo no definiría como “duda razonable” lo que ha ocurrido, es verdad que la autopsia realizada en la noche del 11 de septiembre en el Hospital Militar de Santiago, se hizo en condiciones precarias. Sin embargo hay que recordar que uno de sus realizadores fue el doctor Tomas Tobar, ya fallecido, un experto profesional, reconocido en Chile y en el extranjero. Esa autopsia, por lo demás tiene pocas diferencias con las conclusiones de los peritos del Servicio de Investigaciones que se ocuparon del asunto a las 16 horas del martes 11 de septiembre. Sin embargo, algunos periodistas, con marcadas intenciones de sensacionalismo, dan versiones, que van desde el asesinato del Presidente Allende por militares chilenos, agentes de la seguridad cubana, de la KGB, a supuestos acuerdos de los médicos que allí estuvimos con el General Javier Palacios para dar la versión de la Junta Militar, etcétera. Yo les digo con toda franqueza, que lo relatado por mí y el resto de los testigos, es lo visto por nosotros ese día y que queremos siempre la verdad de lo ocurrido. No tenemos temor a la investigación. Sabemos que cuando el Presidente Salvador Allende se inmola, no hay ningún militar ni personas extrañas en la segunda planta del Palacio de La Moneda. Es una falta de respeto a la memoria de nuestro querido Presidente el “amarillismo” con que algunos tratan su muerte, Televisión Nacional de Chile (TVN) no es ajena a esta práctica.
MC.- ¿Qué opinión le merece la pérdida de ropa y de fragmentos óseos en la primera exhumación del Presidente Allende?
OS.- Desconozco esa información que usted me comenta. Creo que los
expertos dirán finalmente si es verdad.
MC.- ¿Cambiaría en algo la historia si el resultado de la investigación judicial fuera suicidio o magnicidio?
OS.- En absoluto; la figura de Salvador Allende está vinculada a su proyecto, a su consecuencia y a toda su vida política y social. Creo que si se piensa que es mejor políticamente el magnicidio, están equivocados. Para nosotros y mucha gente, lo revolucionario está vinculado a la ética y a la verdad.
MC.- En entrevista, Gonzalo Martínez Corbalá dijo que confía en la versión de usted y de Arturo Jirón, sin embargo detectó una inconsistencia: “Cacho Soto oyó una ráfaga de ametralladora y el comandante Roberto Sánchez vio que el AK-47 tenía puesto el seguro para disparar sólo un tiro” (La Jornada 29/05/2011); ¿todavía escucha el martilleo del arma de fuego en La Moneda?, ¿un tiro o una ráfaga?
OS.- Mi querido amigo y gran Embajador de México en Chile durante 1973 -Gonzalo Martínez Corbalá- puede haberse confundido ya que el Comandante Roberto Sánchez se retiró de La Moneda alrededor de las 10 de la mañana y no regresó. El AK-47 que en principio parce el arma del suicidio fue mostrada esa misma tarde, en la calle Morandé por el General Javier Palacios. ¿Tiro o ráfaga?, no lo podría a estas alturas precisar. Hubo muchos disparos en la calle que me impiden hacer esa diferencia.
MC.- A nivel personal, ¿cómo recuerda a Salvador Allende?, ¿le cuesta trabajo hablar del trágico 11 de septiembre?
OS.- Agradezco a la vida que me haya dado la oportunidad de conocer, cuidar y hacer amistad con una persona de la calidad de Salvador Allende. Lo recuerdo serio, a veces de mal humor -las menos-, consecuente con sus ideas, cariñoso con los hombres y mujeres del pueblo chileno, en fin, esto da para mucho. El 11 de septiembre cambió mi vida y la de mi familia; me arrebataron una Patria, un país. Me impidieron durante muchos años viajar a mi país y me siento un transterrado. Al no vivir en Chile, mantengo un gran cariño por México, Cuba y España, sus pueblos me dieron todo a lo que uno puede aspirar. Considero una responsabilidad hablar del 11 de septiembre cuando me lo solicitan. Al mismo tiempo trato de huir del protagonismo que creo no merecer.
MC.- Finalmente, ¿qué país encontró en su nuevo viaje a Chile?, ¿por qué decidió quedarse a vivir definitivamente en Madrid?
OS.- No me ha gustado Chile. Las diferencias entre ricos y pobres son abrumadoras. Por otra parte, me ha impresionado la capacidad de lucha y movilización de los estudiantes y de los ecologistas. Creo que en gente así hay un futuro, que está superando a los partidos políticos que veo conservadores, algo caducos y con dificultad para asomarse a los nuevos tiempos. Quiero ser prudente porque yo no vivo en Chile y mis opiniones pueden estar también desfasadas. En España y en Madrid, vivo porque las circunstancias profesionales y familiares me obligaron. Hoy estamos felices del país, de su gente y del cariño que Chile, Salvador Allende y su proyecto político siguen despertando.