Septiembre 21, 2024

Abusadores y abusados, estafados y estafadores

lapolar

lapolarEl título constituye una verdadera paradoja en Chile, pues nadie acepta ser calificado como estafador o como abusador: nuestros delincuentes de cuello y corbata son todos inocentes.

 

 

Esta situación de impunidad ha traspasado toda nuestra historia criminal: durante muchos años, los homicidas aristócratas se escapaban de la justicia, con mil argucias, y no iban a la cárcel. Famoso fue el caso de Matte Pérez, a comienzos del  siglo XX; el único personaje de clase alta fusilado fue Roberto Barceló. En lo que se refiere a los escándalos económicos, las penas son muy bajas y, generalmente, no son privativas de libertad.

Más de medio millón de chilenos ha sido víctima del abuso y de la estafa en el reciente escándalo de La Polar, si aplicáramos la  mentalidad de nuestra plutocracia empresarial, tendríamos que agregar a sus gerentes, directores, los jefes de la calificadora de riesgo, a los superintendentes e, incluso, a los ministros de Economía y de Hacienda. En este “exitoso” país las responsabilidades no existen; si un caballero trasgrede la  ley en busca de una rentabilidad ilimitada, su máxima pena es ser reprendido por haber cometido errores.

Pasará el tiempo y la estafa de La Polar será olvidada y sólo, como siempre,  habrán pagado los pobres e ingenuos que creyeron en los falsos balances y en el infantil triunfalismo de esta empresa de retail, que se mostraba como exitosa. Engañar la fe pública se puede hacer con toda facilidad en un país en que el mercado y la búsqueda de riquezas sin límite es el centro la cotidianidad de las élites en el poder. La falsificación de los balances, luego de la reprogramación de las deudas inconsultas, servía para aumentar los sueldos de los gerentes y las dietas de los directores.

Creo muy poco en las comisiones investigadoras, pues su período de indagación es tan largo que, al fin, el informe termina en el archivo parlamentario como una de las tantas memorias de los fraudes de nuestra élite plutocrática empresarial, que bien podrían llenar miles de páginas y de relatos sobre la mezcla de la política con los negocios.

Los abusados no son sólo los deudores de La Polar, también lo son aquellos que están consignados en el histórico de Dicom; si el consumidor cae en ese infierno, no podrá conseguir empleo, arrendar una casa, en definitiva, se convertirá en un paria, cuyo único derecho es poder votar cada cuatro años por un candidato, nominado por la misma mafia de partidos políticos, que está relacionada, a su vez, con los dueños de la empresa del retail.

En este país, la hipocresía es tan grande que las empresas, los bancos y las aseguradoras prometan la vida en Jauja a los sectores de bajos ingresos, que pertenecen al estrato C3 y D, engatusándolos con tarjetas, donde no existe ninguna  exigencia previa para otorgarlas; posteriormente, a partir de múltiples repactaciones, le aplican al cliente la tasa máxima del 70% – muchos deudores han tomado un crédito por $100.000 y terminan, al cabo de pocos años, pagando $2.000.000, es decir, veinte veces el valor inicial del producto -.

No creo que casta política, que está coaligada con la empresarial esté dispuesta a regular el mercado financiero. En el fondo, hoy día, todos los políticos se muestran indignados ante las cámaras, pero en el fondo son parte de la misma camada de los dueños de las empresas del retail. Entre caballeros no hay cornada.

Charles Fourier, el más genial de llamados socialistas utópicos, que conoció y analizó las pasiones humanas a la perfección, en su concepción del falansterio, abominaba, con mucha razón, de los banqueros y comerciantes, a quienes culpaba de los abusos del capitalismo.

La mezquindad de nuestra clase empresarial me recuerda los personajes de La Comedia Humana, de Honoré de Balzac, al retratar a la perfección la avaricia y búsqueda del lucro sin ética alguna, a costa de los abusados.

Rafael Luis Gumucio Rivas

21/06/2011   

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