Con la ilegal e ilegítima invasión a Irak, el gobierno de Bush colocó a Estados Unidos al margen del derecho internacional. No fue solo que inició la invasión a espaldas del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; sino que además la mantuvo una vez que se comprobó plenamente la falsedad de dicho gobierno de que había invadido a ese país con el objeto de eliminar el riesgo que representaba para el mundo la posesión de armas de destrucción masiva que tendría el gobierno iraquí de Hussein.
Asimismo, el gobierno de Bush cometió muchas otras violaciones del derecho internacional so pretexto de la guerra contra el terrorismo: Creó un centro de detención y de virtual tortura en Guantánamo; estableció cárceles secretas en diversos países del mundo (en connivencia con los gobiernos respectivos) donde se mantuvo por meses o años a personas detenidas; sancionó como legítimas formas de tortura como el “submarino”; y –entre otras- inventó la figura jurídica de los “combatientes enemigos” que deja a las personas detenidas al margen de la protección que les proveen los Convenios de Ginebra.
Obama, como candidato, se comprometió a terminar con varias de ellas. Sin embargo, su gobierno ha continuado hasta el día de hoy con al menos dos: la cárcel de Guantánamo y la figura jurídica de los “combatientes enemigos”. Además, no efectuó ninguna investigación especial sobre las torturas cometidas en Guantánamo, en las cárceles secretas y en el marco de la invasión y ocupación de Irak.
Pero, sin duda que la culminación de las violaciones del derecho internacional cometidas por el gobierno de Obama la representa la reciente ejecución extrajudicial de Bin Laden cometida en Pakistán. Según altas autoridades del gobierno estadounidense, el líder terrorista saudita no opuso resistencia a la violenta introducción de los comandos a su residencia; su paradero se habría obtenido en base a confesiones bajo tortura de un detenido de Guantánamo; y finalmente su cadáver se habría botado al mar, al estilo de las dictaduras de Pinochet y Videla, en Chile y Argentina respectivamente. Para mayor gravedad, toda la operación se realizó sin la aquiescencia del gobierno paquistaní, con lo que se vulneró flagrantemente la soberanía nacional de ese país.
Ciertamente, lo anterior ha estado condicionado por otra actitud del gobierno de Obama continuista con la de Bush. Esto es, por la negativa de ambos a reconocerle imperio a
Más impactante resulta lo anterior si lo contrastamos con la actitud de los países vencedores de la segunda guerra mundial con los criminales de guerra nazi y japoneses. Ellos fueron juzgados por tribunales internacionales que, si bien fueron compuestos por juristas de los países aliados –lo que ciertamente constituyó una anomalía-, respetaron las reglas del debido proceso. Además, el primero de esos tribunales tuvo el efecto de generar normas de derecho internacional (en base a los Principios de Nüremberg) que han contribuido muy positivamente al desarrollo del derecho internacional.
Agravando aun más los hechos precedentes, hemos sido testigos de la impudicia y la soberbia demostradas por el gobierno estadounidense al referirse a aquellos. Los ha presentado como un triunfo de la “justicia” y el propio Obama -¡en la misma perspectiva seudorreligiosa de Bush de definir a Estados Unidos como un instrumento de Dios en la tierra!- ha dicho: “El logro de hoy es una muestra de la determinación de nuestro pueblo. EE. UU. puede hacer lo que se proponga. Esa es la historia de nuestro país. Y recordemos que podemos hacer esto no porque tengamos riqueza o poder, sino por lo que somos: una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos”. (El Mercurio; 2-5-2011)