La mayoría de la llamada clase política chilena está a favor de la derrota de Humala. Toda la derecha y buena parte de la Concertación. No lo pueden decir porque sería feo y, además, porque Humala podría ganar.
Temen el triunfo de eso que parece olvidado por los chilenos y parecía olvidado por los sudamericanos, salvo los “extraños casos” de Venezuela, Ecuador y Bolivia: el izquierdismo de los sesenta y setenta, el nacionalismo en un mundo globalizado, la tendencia al estatismo y al protagonismo indígena y popular, las políticas distributivas, la equidad.
Y están entonces, porque así es la cosa, a favor de Keiko Fujimori (del mismo Fujimori y de su ex carnal Montesinos). Prefieren a la hija de Fujimori en la Presidencia del Perú y a Fujimori y Montesinos amnistiados, libres y con poder. Para ellos es más grave que se propongan nacionalizaciones y reformas al neoliberalismo que la corrupción comprobada y el crimen juzgado. Parecen decir defiendo mi tranquilidad no me importa si ello es a costa de latrocinios y asesinatos. No es nuevo eso entre los reaccionarios chilenos. Y no es poco. Pinochet, en su peor momento, tuvo casi el 50% de los votos y Piñera, hace un año, ganó el gobierno con el apoyo de los pinochetistas.
Las buenas relaciones de nuestros reaccionarios con el fujimorismo, y la admiración por la dictadura peruana son antiguas y conocidas. No sólo las económicas. Ejemplos patéticos de esa admiración: en 1997 la derecha, la Ministra de RREE. Soledad Alvear y opinólogos como Rodríguez Elizondo en La Época de esos tiempos, alabaron el crimen del fujimorismo contra la dirección rendida del Movimiento Túpac Amaru en la Embajada de Japón en Lima. Nuestra TV aplaudió la foto del Chino poniéndole un pie encima, como a una presa recién ultimada, al cadáver de Néstor Cerpa, el jefe asesinado del Túpac Amaru en la escalinata de la embajada de Japón y repitió una y otra vez el recorrido “victorioso” del Presidente, organizado por Vladimiro Montesinos, en la pisadera de una microbús “de combate” por la Avenida Arequipa, de Miraflores a Lima.
Si son coherentes todos ellos deben creer hoy que los juicios contra el ex dictador por esos atropellos a los derechos humanos son absolutamente injustos.
Además, si somos chilenos, dicen ¿cómo no defender las inversiones en Perú de LAN, Falabella y Ripley? Confunden Chile con los grandes intereses (muy ligados al gobierno de Piñera) que en nada benefician a la inmensa mayoría nacional.
Viví en los años 74, 75, 76 y 77 asilado en Perú, con mi familia. Me unen a ese país fuertes lazos. Tengo allí muy buenos amigos. Me interesa el mundo pero especialmente aquellos países en que, por circunstancias, he debido vivir, y donde viven mis amigos.
De allí mi interés en la elección, causado más que por un puro y necesario interés periodístico.
Desde ese interés entrego mi opinión y mi preferencia.
Muchos de los que aplaudieron a Vargas Llosa cuando vino a apoyar el año pasado la candidatura de Piñera dirán ahora que nadie debe meterse en elecciones de otros países…apoyando, bueno, a gente como Humala.
Ellos sí, Vargas Llosa también, nosotros no, ¿cómo se les ocurre?
Yo me atrevo a pensar que elegir a Keiko Fujimori en Perú es como elegir a Lucía Pinochet Hiriart en Chile. Y eso no me gusta.
Yo me atrevo a pensar que Perú, como Chile, necesita de un sistema político y económico que integre a toda su población, que beneficie al conjunto del país.
Me atrevo a pensar que será más fácil integrarse, en el futuro, con un país integrado que hacerlo con países cuyos gobiernos representan intereses de inescrupulosos y asesinos y que mantiene aún sus heridas internas.
Nosotros quisiéramos que haya más justicia y libertad no sólo en Chile sino en todo el mundo, incluido por cierto el Perú. Somos partidarios de los derechos humanos sociales.
No ha sido Ollanta el que presentó a La Haya el reclamo limítrofe de Perú. Fue el gobierno de Alan García, deseoso –sin éxito interno- de arrebatar las banderas nacionalistas desplegadas por Humala.
Tampoco es Humala el único nacionalista que hay en Perú y menos el único peruano al que le gustaría que Chile le pidiera al Perú perdones por los atropellos cometidos en la guerra.
Ojalá la existencia de gobiernos populares, elegidos democráticamente, en Uruguay, Bolivia, Argentina (con la reelección de Cristina Kirchner) Ecuador y Perú, haga pensar a Chile que es una excepción retrógrada y a la derecha chilena que la historia de nuevo le ha pasado la cuenta.