Septiembre 22, 2024

Gobernabilidad, estabilidad y represión

hinzpeter120

hinzpeter120Con motivo de la desgarradora situación que vive México desde hace ya bastante tiempo, Clarín ha publicado una serie de entrevistas a destacadas personalidades, especialmente del estado de Morelos y de su capital Cuernavaca.  

 

 En todas ellas, se aprecia una fuerte  crítica al gobierno de Felipe Calderón y su incapacidad para frenar la escalada de violencia que sufre el hermano país del norte.

 

La antropóloga Sylvia Marcos, una de las entrevistadas, plantea en una de sus respuestas: “Parecería que al aparato del Estado lo controlan, vigilan, amenazan y limitan los cárteles y criminales de la droga. Vemos que no hay gobernabilidad, el Estado de derecho se está desmoronando”.

 

Por su parte, Jean Robert, otro de los entrevistados, denuncia que “la guerra santa de Felipe Calderón es irreal y desastrosa”.

 

Queda claro, entonces, que ambos conceptos, gobernabilidad y guerra santa, son incompatibles entre sí para la “estabilidad” de un sistema político que se supone democrático.

 

Ahora bien, qué significa la estabilidad de un  sistema político y por qué los gobiernos tratan  de mantenerla a toda costa. Un sistema político es considerado estable en cuanto es capaz de mantener el status quo. Es necesario aclarar que un sistema estable no tiene por sí mismo una connotación positiva: un sistema político estable no es “bueno” en cuanto tal. De acuerdo con Leonardo Morlino, “la estabilidad es la previsible capacidad del sistema de durar en el tiempo”. (1)

 

Rodrigo Borja, en su Enciclopedia de la política, plantea que “El simple equilibrio no es estabilidad. Al contrario, puede significar inestabilidad en la medida en que en cualquier momento puede cambiar la correlación de fuerzas que lo producen. La estabilidad nace de la hegemonía de unas fuerzas sobre sus opositoras, vale decir, del desequilibrio”.

 

Y continúa “la estabilidad depende de muchos factores: legitimidad de los regímenes políticos, de su eficacia, de su honestidad, del respaldo popular con que cuenten, del prestigio de las leyes y de las instituciones gubernativas, del bienestar general de la población, del grado de desarrollo político de la comunidad, de los avances en la institucionalización del poder, de la homogeneidad social, de la fuerza de los partidos políticos, de la justicia social, etc.”. (2)

 

Estos factores contribuyen a la estabilidad política del Estado y permiten su gobernabilidad. ¿Cómo se logra, entonces, la gobernabilidad  cuando estos factores no se presentan en un sistema político determinado?

 

El caso del sistema político chileno es paradigmático. Ninguno de los factores enumerados con anterioridad se puede identificar en el Estado ilegal e ilegítimo que caracterizan al sistema político de nuestro país, aunque las autoridades y los medios de comunicación digan lo contrario.  La prueba la encontramos en las mismas palabras de los dirigentes políticos, especialmente de la ultraderechista UDI: “el sistema binominal le ha dado ‘estabilidad’ política a Chile”.

 

Es decir, se busca la estabilidad del sistema político a través de subterfugios no democráticos, con el objeto de obtener un mayor grado de gobernabilidad. Sin embargo, los gobiernos, conscientes de que estos engendros constitucionales no son suficientes,  recurren, cada vez con mayor fuerza y asiduidad, a la violencia represiva del Estado.

 

Pero, ¿es posible la gobernabilidad basada sólo en la represión tanto de las ideas como de las personas mismas?

 

Rodrigo Borja afirma que los hombres de Estado, tienen el deber de mantener la gobernabilidad  “sin suprimir la libertad, sin abandonar los consensos democráticos, en medio del debate abierto de las ideas, con la vigencia de los derechos humanos, en convivencia con las discrepancias democráticas y con las limitaciones jurídicas y morales del poder, compartiendo el mando con los otros órganos del Estado, sin caer en la tentación del abuso de autoridad y tratando de mantener el equilibrio entre el poder y la libertad”. (3)

 

Y ¿cuáles son los obstáculos con los que se encuentra la gobernabilidad, especialmente en los países en desarrollo? Recurramos nuevamente a la Enciclopedia de la política:

“a) El flagelo multidimensional de la pobreza que es la consecuencia de un dilatado proceso de acumulación del ingreso… Ella pone a prueba no solamente la opción de gobierno, sino la propia democracia; b) la corrupción es otra amenaza contra la estabilidad política, porque ilegitima a los gobernantes que incurren en ella y destruye los valores éticos de la sociedad; c) la crisis de los partidos políticos, que son los pilares del sistema democrático. Éstos han perdido representatividad, los pueblos desconfían de ellos; el mal comportamiento de sus dirigentes ha mermado su prestigio y su legitimidad. Con frecuencia se ahondan las discrepancias entre las aspiraciones populares y los objetivos de los partidos; d) la globalización, es decir, la internacionalización de la economía: en la nueva ordenación económica internacional el capital ha encontrado su propia ‘soberanía’. El Estado ha perdido control sobre buena parte de su economía frente al dominio globalizado del capital y, consecuentemente, su capacidad para diseñar políticas económicas o monetarias independientes”. (4).

 

Aquí se impone una pregunta: ¿habrá hecho una pasantía en Chile el ex presidente de Ecuador, para  describir los conceptos de estabilidad y gobernabilidad con tanta precisión, especialmente en lo que se refiere al deber ser y sus obstáculos, antes de editar su Enciclopedia?

 

Termino con una frase de Jean Robert enunciada en una de sus respuestas en la entrevista antes mencionada: “La forma cero de la complicidad es la omisión. Para enlistarme en la cruzada contra el crimen, Felipe Calderón sólo necesita mi silencio”.

 

Los chilenos tenemos la obligación de hacernos nuestras esas palabras: “Para enlistarnos en la cruzada contra el “terrorismo” achacado al pueblo mapuche,  a los detenidos por el caso bombas, y a cualquier otro grupo, el ministro Hinzpeter  sólo necesita nuestro silencio”

 

 

1) Norberto Bobbio y Nicola Matteucci, Diccionario de política, Siglo XXI, México, 1981.

2), 3) y 4) Rodrigo Borja, Enciclopedia de la política, FCE, México, 1997.

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