Septiembre 21, 2024

Todo tiempo tiene su Chico Peña

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fiscalpeaLa prensa, fiscales y policías forman un trío de miedo. Más bien de terror. Cada una de las aristas de este triángulo de las Bermudas es necesaria para aplicar los castigos de espanto a quienes se atrevan a desordenar un modelo que debería funcionar a la perfección para permitir que los poderosos aumenten aún más sus increíbles fortunas.

 

 

Domesticadas muchas organizaciones sociales por la vía de la compra-venta, el arriendo y la permuta, los antagonistas del sistema inmovilizados por medio de cierto grado de evaporación de las ideas, sumada a la tontera de algunos de sus próceres, y la gente común atenazada mediante deudas eternas, pero pagables, lo que queda es poco trabajo para el sistema ordenador de las gentes y el pensamiento.

 

Y para el tratamiento de esos residuos, nada como la aplicación de esas leyes tan singulares y extrañas, como la ley antiterrorista. Un mero trámite si hay la voluntad de aplicarla en el Ministerio del Interior, la imaginación para buscar pretextos en los Fiscales y la policía, y la disposición de las cámaras de TV para mostrar lo que no es como si fuera.

 

Hoy está permitida la penetración de informantes en los movimientos que se manifiestan como contrarios a poco, algo o todo. También la escucha e intercepción de las comunicaciones de los sospechosos, que, cosa curiosa, son los mismos de siempre, y los testigos sin rostro. Dirige estas operaciones de contrainteligencia, el  Ministerio del Interior, una cartera de miedo.

 

Veamos el caso del pueblo mapuche. Por años viene reclamando por los montajes que Fiscales caza indios han levantado con el propósito de acallar el reclamo legítimo de quien ve arrasados sus hogares, agredidas sus costumbres y mancillados sus derechos.

 

La policía hace lo suyo mediante la persecución, el apaleo, la tortura, la falsificación de pruebas, el acoso permanente a sus hogares y el balazo aleve por la espalda.

 

En esos casos la prensa uniformada hace aparecer a los mapuches como desgreñados terroristas que no trepidarían en zamparse a alguna anciana descuidada, y que reclaman de flojos que no quieren trabajar.

 

Y luego, vienen los tribunales. Sometidos a largos encierros preventivos, los mapuche han sido una y otra vez víctimas de una política de Estado que busca su erradicación con el único propósito de liberar esos entornos de gentes incómodas y poco sociables.

 

Cambie usted donde dice mapuche por anarquistas, okupas, jóvenes, jipies, estudiantes, pobres, vendedores ambulantes, sindicalistas y otros desordenados y verá que también funciona.  

 

Pero nada de esto puede llegar a ser lo que es sin la intervención de los héroes contemporáneos que convierten  estas razzias en procesos judiciales serios y respetables: un Fiscal.

 

Personajes nuevos en la estructura judicial chilena, han hecho furor cuando se trata de perseguir pobres, insumisos o levantiscos, así sea que se inventen las pruebas para el efecto, como muchos dicen del Chico Peña, fichado por estos días por el Ministro Hinzpeter, ávido de mano de obra civil con experiencia.

 

Pero por estos días el tinglado que dejó armado el Chico Peña antes de su metamorfosis propia de anfibios, comienza a dar sus primeros frutos vergonzosos. Voces autorizadas y nuevos jueces hablan del montaje que habría hecho para el efecto de someter a proceso y castigar con las penas del infierno a los acusados poco menos que del bombardeo a Valparaíso el año 1866.

 

De procurador del CODEPU, a Fiscal estrella, y ahora, helo ahí, a cargo de la represión de las organizaciones criminales, el narcotráfico y los movimientos sociales, todo junto.

 

Como todos, este tiempo también ha producido sus héroes. Si alguna vez fue el Fanta, o el Fiscal Torres, hoy es el Chico Peña.

 

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