El efecto más terrible que tiene las imágenes mostradas por un canal en las cuales fuerzas especiales de carabineros arrasan con las protestas de los comerciantes ambulantes en Temuco, es el cobarde silencio que queda a continuación.
Los criterios represivos del Ministro del Interior han dado mayores réditos que el aspecto político de sus funciones, a juzgar por las escaramuzas que terminaron con
Es que el Ministro Hinzpeter tiene más simpatía por el gas lacrimógeno que por las encuestas.
Responsable del declive que muestra el régimen Gobierno y en especial en Piñera, en todos los sondeos, el Ministro tiene el convencimiento que su cruzada contra el tráfico, la delincuencia, los sindicatos y las protestas, todos en el mismo saco, finalmente le darán la razón y tarde o temprano, los números se voltearán a favor del gobierno.
Mientras tanto, aquello que huela a pobre, indio o descontento, debe ser sacado de las veredas para llevarlos a lugares en que afeen menos el entorno, palo mediante. Así sucede con los comerciantes ambulantes del Temuco. Así ha sucedido con quienes se han atrevido a hacer uso de lo que dicen las leyes con relación al derecho a expresarse libremente.
Las protestas de los mapuches, de los estudiantes, de los sindicatos en huelga, de los pobladores, han sido brutalmente arrasadas por la violencia homicida de las Fuerzas Especiales de Carabineros, que han mostrado su cara más enfermiza a la hora de golpear sin discriminar.
Pero, a pesar de la pasión demente de la policía que deja heridos, maltratados, abusados, enjaulados al margen incluso de la legalidad vigente, por el solo hecho de hacer saber su disconformidad, el resto de la sociedad, mira para el lado, cuando no cierra los ojos.
Escasas voces dicen su opinión ante la resurrección del estado policial que se suponía desterrado hace mucos años. Los partidos y movimientos de una izquierda que hace mucho era la defensora de estas víctimas y la castigadora de esos cobardes, hoy no se encuentra por ningún lado.
Las personalidades que hicieron de la defensa de los derechos humanos hace tiempo un magisterio, hoy desaparecieron. Como si lo que le sucede a estas personas torturas y humilladas, no fuera una violación a sus Derechos Humanos, como si las incursiones de la cobardía policial no fuera una vergüenza que debió ser desterrada hace mucho.
Los apaleos, los tratos degradantes, las torturas policiales y la aplicación de lógicas de contrainsurgencia contra protestas ciudadanas legítimas, son una franca amenaza contra cualquier sistema democrático.
La justificación en el mando vertical e indiscutible de la jerarquía policial que ordena los apaleos inmisericordes, no puede tener cabida en un país civilizado. Debe haber un límite democrático que inhiba los excesos cuando se trata de protestas ciudadanas legítimas. Debe existir en los hechos el respeto por la gente.
La impunidad es un caldo de cultivo para escalas superiores de abusos antidemocráticos, amparados en leyes que no debieran existir y en funcionarios públicos que deberían ser acusados por ordenar abusos, torturas, malos tratos y humillaciones. Y metidos en prisión.
Decir que el derecho de utilizar a las calles para protestar se ganó en años de lucha, con miles de muertos, torturados y desaparecidos, no es una declaración discursiva. Es cierto.
Ese derecho está en franca extinción por la vía del poco uso y de la inhumana represión que le cae al que osa levantar el dedo.
Hace pocos días se ha dado a conocer un informe de
Una lástima que no haya una variable OCDE que mida el desprecio con que tratan las autoridades a los que osan desordenar las calles y el silencio de quienes tendrían algo que decir.
Tendríamos en estos casos algunos campeones mundiales.