¿Será verdad que Chile es el último país de sud américa o el primer país de los gringos? No se cuenten historias de familias o descendencias callampas porque no cambia tu historia de chileno. No sirve decir que tus abuelos eran de Galicia o de Madrid…en España o Europa serás siempre un “Indio de Mierda”. No sirve decir que uno era de Santiago porque no serás ni santiaguino ni nada.
En Santiago se es santiaguino… el sureño, pues del sur, el nortino del norte… y se parte la torta en tres clases de chilenos. De los tres sectores, pues los mejores alimentados son los del sur. En los campos no falta la gallina o el huevo. En el norte falta la gallina pero hay tierra, terrones de tierra… En la ciudad hay millones de personas faltas de la gallina y del huevo; de la tierra y de los terrones…. y de casi todo. Se camina por la Alameda y se ve la realidad de un pueblo que se va sepultando en cemento y poco libro. Entre la Alameda y Avenida España se ven centenares de muchachos que charlan en grupos. Son “universitarios privados”. Avenida España repleta de universidades para todos los gustos. Si fallas en una, al lado hay otra. Si fallas en la segunda, pues, la tercera o la cuarta puede ser tu destino. Lo importante, chiquillos, es escampar del oscurantismo porque, hay que decirlo, a partir del golpe de Estado hasta los días de hoy, ustedes no son otra cosa que un producto que hace rico a charlatanes y gobiernos de cuarto mundo. Cierto, la Alameda escribe todo lo que pasa por sus calles. Eso lo ve hasta un ciego. No hay elegancia para mentir. Todo es rudo. Antes el empleo del idioma shilensis era desenvuelto, hoy, no se entiende nada. No se diga que se ha desgastado porque es un shilensi nuevo… no del viejo mundo. Pues claro, caallero, lo cototuo no es el estilo de saber hablar sino que la cátedra “del no se cacha una”es la que domina el país. Enciendo un pucho. La señora que me explica algo es una vendedora de sopaipillas. No es descarada para poner precios a sus productos. 120 pesos una sopaipilla: gasto 50 pesos en material… más transporte y otras distinciones del sistema, al final me quedan 30 pesos de ganancias. Si voy a comer un plato de cazuela a la Vega me cuesta 900 pesos… ¿Cuántas sopaipillas debo vender al día, señor, para ir a comer de lujo grande a la Vega? Chile es un cliché. Eso no lo entendí. El ensamblado de un país no es como armar un Arca de Noé… y botarla a flote al Mapocho. Pido una sopaipilla y mientras mastico con rabia la masa rellena con zapallos, pienso en un ragout de los pillos en el poder.
Muchos hombres caminan como si fueran reses vencidas por el tiempo. Unos u otros se sienten el venado que será baleado por un flaite encocainado de tanto yeso molido.
Pago mi sopaipilla, dejo el resto de 500 pesos y avanzo hacia la Moneda. Deseo ver el Museo. Camino lento. Muchos pasan por mi lado… corren… van apurados… si preguntas para dónde van, ellos dirán que no lo saben pero andan apurados.
Chilenos al horno… chilenos a la parrilla, chilenos todos: a veces gallinas, otras veces pollos, otras veces gansos y, la mayor parte, PAVOS.
Una niña, mechona, me pide que le de unas moneditas. Entrego mis monedas. A cada cien metros hay gente que pide monedas. Es un peaje de la miseria. Para entender eso de los peajes pues en todo Chile se pagan. El chileno da sus moneditas… al menos no son cagones. Me siento más chileno que la cresta. Doy a cada rato moneditas. Voy llegando a La Moneda, sin ochavitos ni para tomarme una Bilz. Saco 10 mil pesos para pagar una botellita de 400 pesos. El vendedor me empapela a garabatos. Me siento aplomado. No era mi intención enojar un compatriota. Le explico que he dejado todas mis moneditas a los pobres de la calle… “No mi importa” me responde y se negó recibir mi plata. No soy obstinado, pido excusas y avanzo cargado de sed. No me aturde la reacción de los hombres. Es el instinto que respeto. Antes de ir al Museo paso a un restaurante y pido un litro de agua, un café, dos completos y un poco de comprensión.
Continua