Después de las últimas elecciones presidenciales en Chile la nebulosa se quedó en la izquierda. Ahora, luego de un año y cuatro meses, Sebastián Piñera gobierna sin oposición: el caos se hizo presente en un sector que no tiene un rumbo definido, donde (re) surgen cada cuanto “líderes” que prometen unificar la izquierda y sin embargo, las iniciativas se las lleva el viento y solo declaraciones pomposas quedan.
La mal llamada centro izquierda está simplemente ausente y no constituye una real oposición. Con un deplorable accionar de Osvaldo Andrade en la votación del reajuste salarial del sector público, con Carolina Tohá degustando platos en la cena organizada por Sebastián Piñera a Barack Obama y bueno, la Democracia Cristiana…ahí solo cantan los grillos.
¿El Partido Comunista? Ellos dijeron alguna vez que criticaban el sistema binominal, alguna vez señalaron que no serían parte de la Concertación, ahora son parte de ambos y se anularon como oposición.
“Chile Cambió” dice Marco Enríquez-Ominami con su Partido Progresista (¿Qué querrá decir con progresista?). Claro que cambió: de bando político en el mando de turno, pero todo sigue siendo lo mismo. La verdad es que el PRO es una cara bonita de un ex candidato no muy bonito, sin oposición, sin propuestas.
Lo cierto es que la izquierda chilena ha sufrido una progresiva e irrecuperable (hasta ahora) fragmentación desde la última experiencia de la Unidad Popular (UP). La rápida desintegración del Movimiento Democrático Popular, la Izquierda Unida y el reiterado fracaso electoral del Juntos Podemos Más, finalizando en un quiebre después de las últimas elecciones presidenciales, demuestra tan sólo la incapacidad de mantener una fuerza integrada, incluyente y autocrítica.
Y, que tenemos el 2011, ¿alguna alternativa? Las opciones no son muchas. Un grupo de intelectuales y políticos que prometieron en las pasadas elecciones presidenciales un cambio al actual sistema político, social y económico chileno, que finamente terminó con la unión a la coalición que durante 20 años sólo incrementó la inequidad y la pobreza en Chile, protegiendo una Constitución heredada de la dictadura militar. Son esos mismos los que ahora pretenden construir la alternativa de izquierda.
Simplemente este movimiento no tiene la credibilidad para trabajar por una nueva Constitución. Justamente su bandera en la última elección presidencial era una nueva Carta Magna, objetivo olvidado en la segunda vuelta cuando apoyaron obsecuentemente al candidato que cuidaría esmeradamente el legado constitucional dejado por Pinochet.
En el escenario político no se observa mucho más. Existen una serie de organizaciones y movimientos sociales, con ideas y propuestas cercanas a la izquierda, sin embargo todas terminan siendo parte de la dispersión y la desorientación reinante.
No obstante lo anterior, una nueva opción se está gestando embrionariamente. Un movimiento incluyente, abierto no sólo a la política sino a los diversos sectores de la sociedad chilena con demandas reales.
Así, distintas agrupaciones sociales y políticas, y un partido político – el Partido de Izquierda PAIZ- se han reunido a trabajar por una amplia participación ciudadana con la meta de cambiar la actual Constitución y construir una alternativa real al sistema político y económico de libre mercado.
La Asamblea de Izquierda parece de esta manera, acercarse al concepto de nueva izquierda mundial, aquella que señala el sociólogo, Immanuel Wallerstein, está en plena construcción.
En su Crítica del sistema-mundo capitalista, Wallerstein señala que junto con la decadencia de un centro liberal, está naciendo una nueva izquierda, lejana a la vieja izquierda, que renuncia a todo dogmatismo y rigidez, más bien orientada a la flexibilidad, al diálogo, tolerante, autocrítica e incluyente de los movimientos sociales, antiglobalización y en general a la sociedad civil organizada.
Si aplicamos estas palabras a Chile, la realidad no puede ser más certera: un centro liberal en decadencia nos recuerda a una Concertación en caída libre y dando palos de ciego. El nacimiento de una nueva izquierda mundial nos da la esperanza que en Chile esté sucediendo lo mismo. Que se reemplace a la vieja izquierda, aquella que viene fracasando en sus objetivos hace más de cuatro décadas, que repite los mismos personajes políticos de hace 40 años, que remaquillan proyectos y que perdieron credibilidad por promesas no cumplidas.
Renovar es la palabra, incluir es la tarea, savia nueva es la alternativa, una nueva generación política, tolerante y autocrítica es lo que necesita Chile. Una nueva izquierda con propuestas sobre los temas que afectan a la sociedad actual, que se haga cargo de la igualdad de género, de cambios sociales reales, de nuestros pueblos indígenas, de nuestro medio ambiente, de educar y no de encarcelar a nuestros/as jóvenes.
¿Nos quedaremos anquilosados en el moho acumulado por 40 años de fracasos y liderazgos obsoletos o nos enfocaremos a crear una nueva fuerza joven basada en una moderna y democrática Constitución política?
*Periodista