Quedé optimista luego de ver la entrevista de James Hamilton en Tolerancia Cero. Mientras la veía tuve diversas sensaciones: sentí rabia, en algunos momentos ternura y, en otros, asombro por nuestra capacidad de dañar y de dejarnos dañar. Pero al final quedé contento, con la impresión de que nos dejaba mucho, abría una puerta. De la verdad expuesta, cruda y violenta, podíamos sacar buenas pistas de cómo podíamos mejorar.
Mi optimismo post entrevista poco tuvo que ver con la suerte de Karadima, o de los otros curas que hubiesen cometido algún delito. No, por ahí no iba la cosa. Lo que sentí es que esta vez sí iríamos más lejos de los culpables directos, esta vez algo aprenderíamos para evitarlo en un futuro.
Entonces recordé que nunca tuve esa sensación respecto a los juicios de crímenes cometidos por la dictadura en Chile. Pensé que nuestra conciencia nacional se encontraba en la etapa pre entrevista de Hamilton. Durante los últimos 20 años un conjunto significativo de culpables directos han sido enjuiciados y muchos de ellos hoy están en la cárcel, pero aun así creo que poco sabemos respecto a cómo evitar algo similar en el futuro.
No tenemos idea de cómo un conjunto importante de chilenos, incluida toda la dirigencia política de la derecha, simplemente alentó, encubrió o, en el mejor de los caso, no quiso ver el aberrante sufrimiento que el Estado de Chile daba a sus ciudadanos. Lo que hoy, y en buena hora, parece impresentable en el caso de Errázuriz -no querer ver ni reconocer el sufrimiento del otro (posiblemente encubrir)-, fue la práctica de muchos durante la dictadura.
No sabemos por qué se perdió toda moral colectiva en Chile durante 20 años, tampoco por qué el valor de la vida del otro fue totalmente denigrado. Nunca he escuchado a un dirigente de la derecha de la época que cuente qué fue lo que les pasó, como el odio y el temor a perder el orden de la cosas (como ellos vieron a la UP y su ideología) pudo tanto. Sin saber estas respuestas, no podemos saber si se repetirá.
Nos podemos explicar cómo unos pocos quisieron destruir tanto, pero poco sabemos de cómo decayó tanto la moral de amplios sectores del país.
Después de la entrevista de Hamilton pienso que, al menos en este caso, no nos pasará lo mismo. Iremos en busca de la verdad profunda, algo entenderemos de qué pasó por la mente de los encubridores, qué gatilló semejante torcedura moral que terminó por hacer vista gorda y dar protección a actos absolutamente reñidos con todo lo que dicen profesar. Aprenderemos acerca de cuáles son las dinámicas de poder y componentes institucionales que, tanto al interior de la iglesia católica como a sus afueras, resultan proclives a desarrollar tales aberraciones sociales.
Esta vez sí iremos en busca de ese tranquilizador nunca más, no nos saciaremos con enjuiciar y encarcelar a los culpables, a los autores directos de los delitos. Sabremos que en el futuro no faltarán las mentes perversas, los que odian y quieren eliminar la diferencia, los que abusan de su poder y hacen de la humillación del otro el goce propio. Entenderemos que así como no podemos evitar el surgimiento de tales sujetos, haremos todo lo posible por evitar que ellos encuentren en amplios sectores de la sociedad el apoyo moral que los haga realmente destructivos.
Nicolás Grau V.
Movimiento Nueva Izquierda
Martes 29 de Marzo 2011
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