El ex Presidente Lagos ha entregado a la opinión pública un interesante documento sobre los desafíos estratégicos que enfrenta nuestro país para avanzar al desarrollo en los próximos años. Sus desafíos no los comparto. Pero, asumo con agrado la convocatoria al diálogo.
La mayor parte del texto se dedica a fundamentar que crecimiento no es lo mismo que desarrollo, lo que es conocido en la literatura económica, aunque algo olvidado en los últimos años. Lagos hace bien en reiterarlo ya que en nuestro país políticos, empresarios y economistas, unos por convicción y otros por intereses, priorizan el crecimiento y omiten la distribución. Agrega, con razón, que la equidad, en particular una adecuada distribución del ingreso, es condición indispensable del desarrollo.
Lagos, sin embargo, hace un malabarismo cuando sus reflexiones conceptuales aterrizan en Chile. Utilizando la experiencia de los países ricos, sostiene que la preocupación por la distribución del ingreso importa principalmente a partir de los US$ 20.000 per cápita, nivel en que la felicidad tiene una correlación directa con la cohesión social. Con ello intenta salvar a los gobiernos de la Concertación y, sin decirlo, justifica la relevancia que se otorgó al crecimiento y elude el menoscabo que sufrió la distribución en los últimos 20 años.
De allí concluye que ahora es el momento de la distribución. “En esta nueva etapa”, con el actual ingreso per-cápita de casi US$ 15.000 “gracias al crecimiento de los últimos 20 años” “un pacto fiscal resulta indispensable para mejorar la distribución del ingreso”. Así, mediante un pase de magia, no pone en duda el tipo de crecimiento del pasado y soslaya la responsabilidad de la Concertación en la equidad, entregando al presente el desafío de la distribución.
Mi opinión es distinta. Si el desarrollo no es sólo crecimiento la tarea de la política pública es apuntar en todo lugar y momento- y no sólo a partir de un cierto nivel del ingreso per-cápita- a mejorar la distribución. El argumento que el momento distributivo es ahora, y no antes, no se sostiene. La oposición a Pinochet insistió vigorosamente en ello antes de 1990, pero al convertirse en gobierno renunció a esa tarea; además, no se puede olvidar que el año 2000 el programa de Lagos agitaba el “crecimiento con igualdad”, que lamentablemente fue incapaz de llevar a cabo.
La despreocupación por la distribución y el énfasis en el crecimiento durante los gobiernos de la Concertación no sólo concentró la riqueza en pocas manos sino también ayudó que los grandes empresarios se convirtieran en un poder político de facto. Mientras, simultáneamente, crece la delincuencia, se acumula el endeudamiento de los sectores medios, baja la productividad y la desesperanza se transforma en apatía política.
La economía de mercado, con escasas regulaciones, junto a un sistema impositivo regresivo y una política económica conservadora, sin contrapeso sindical ni de los pequeños empresarios y con un Estado frágil, ha entregado a los grupos económicos una influencia dominante en las decisiones nacionales. No es casual que ENADE y el CEP se hayan convertido en interlocutores privilegiados de los presidentes de la nación. Ha sido la política pública, y también su ausencia, las que favorecen esa concentración de la riqueza y el poder político en una minoría.
Comparto la idea de Lagos de aumentar la tributación a las empresas para mejorar la distribución. Pero, como el ex Presidente desconoce la autocrítica, estamos obligados a recordarle que los gobiernos de la Concertación no tuvieron voluntad para aumentar los impuestos a los ricos y a las grandes empresas. En cambio, no dudaron en incrementar el IVA desde 15% al 19%, impuesto regresivo que afecta a los pobres y capas medias; además, Eyzaguirre hizo una pequeña modificación tributaria que significo reducción de la carga para los ingresos más elevados; y, finalmente, el denominado royalty al cobre, escaso para allegar recursos al Fisco, ha dejado preso al Estado para una reforma tributaria a futuro. Con este legado no le es fácil a la Concertación hacer oposición ante un gobierno de los empresarios.
Al final, entre del decir y el hacer existe una brecha demasiado grande en los políticos de la Concertación. Lo mismo ha sucedido con la idea de aumentar el valor agregado a las exportaciones. Esto se ha convertido en chiste. Está en todos los programas de la Concertación; Ominami, desde el Ministerio de Economía, habló de una segunda fase exportadora; y, Eyzaguirre hizo una propuesta de clusters para agregar valor a la producción de primarios. Todo ha terminado en nada. Como también terminó en nada la iniciativa del Presidente Lagos de instalar en el valle del Silicon bases de trabajo y acuerdos de entendimiento para potenciar la investigación y desarrollo en la industria de computación.
Por otra parte, para favorecer la equidad no basta con la tributación. Existen otros temas de política pública insoslayables que son fundamento para una sociedad más justa: mejorar la posición negociadora de los trabajadores, apoyo a los pequeños empresarios, políticas para las regiones más desfavorecidas, regulación del sistema financiero, transformación efectiva de la estructura productiva, cuidado del medio ambiente, protección a los consumidores, sistema de pensiones solidario, educación y salud públicas.
Ni en el tema tributario ni en los otros ligados a la equidad la Concertación desplegó una política que apuntara a una mejor distribución. Optó por el gran capital. En efecto, durante sus años de gobierno el nivel de sindicalización y la negociación colectiva disminuyeron; los pequeños empresarios se encuentran acosados por préstamos usureros de la banca, incluido el Banco Estado; Santiago sigue siendo el monstruo que aplasta política y económicamente a las regiones; la economía sólo produce y exporta recursos naturales, el medio ambiente se encuentra subordinado al lobby de los grandes empresarios; los consumidores sufren cotidianamente la agresión de las tarjetas de crédito; los sistemas regulatorios son débiles; y las políticas sociales se focalizan en atender con escasos recursos la miseria mientras dejan en la vulnerabilidad a los sectores medios.
En suma, el crecimiento vigoroso y de las exportaciones en los últimos 20 años ha servido para acumular beneficios en algunos grupos económicos muy poderosos, nacionales y extranjeros, sólo en algunas regiones del país y con impactos negativos en el medioambiente. El riesgo de este modelo se encuentra a la vuelta de la esquina. Es éticamente inaceptable, socialmente insostenible, económicamente ineficiente y políticamente peligroso.
En el ámbito político, Lagos nos dice que Chile requiere más y mejor democracia, lo que obliga a un cambio en el sistema electoral y nuevas formas de participación. Pero ello es completamente insuficiente. La democracia efectiva exige, antes que nada, una nueva Constitución, porque la actual no atiende los derechos ciudadanos y además no fue plebiscitada por la ciudadanía, ni la que inventó Pinochet ni la que rubricó Lagos. Urge, entonces, una nueva Constitución, discutida y plebiscitada por la ciudadanía, con sistema electoral representativo, pero además con iniciativa popular de ley, autonomía de las regiones, equilibrio entre la autoridad parlamentaria y el Ejecutivo, entre otras
Pero, además, nueva Constitución que le permita a los elegidos por el pueblo, intervenir en la economía, para que la política mande sobre los tecnócratas. Por tanto, hay que modificar el Artículo 19 de la Constitución que impide al gobierno desplegar iniciativas económicas. En suma, la insuficiente democracia actual requiere una nueva institucionalidad política que permita al ciudadano intervenir en los asuntos que le competen, en el barrio, el municipio, en la región y en el país, más allá de las elecciones periódicas. Exige elevar la participación ciudadana, ampliar el acceso a las comunicaciones y asegurar que la gente conozca y reivindique sus derechos. De una vez por todas hay que devolver el poder al pueblo.
El documento llama a una “revolución en la educación”, “no obstante lo mucho que se ha avanzado”. Sin embargo, una revolución no es continuidad sino transformación. Ello significa terminar con el lucro, colocar en el centro a la educación pública, revalorizar las universidades tradicionales, exigir decencia a las universidades privadas y restituir la enseñanza técnica.
La calidad de la educación, el término a la discriminación y las oportunidades para todos se resuelven en escuelas donde conviven ricos y pobres. Ello no es posible cuando la educación es un negocio, que enriquece a dueños de los colegios y universidades privadas mientras empobrece la enseñanza y suprime el pensamiento diverso. A su turno, las universidades tradicionales, cercadas por una política fiscal restrictiva, se ven obligadas a financiarse con elevados aranceles, compitiendo con las privadas en su agresión al presupuesto de las familias modestas. Mientras no se termine con el lucro no habrá avances en la educación.
Por otra parte, en los países exitosos la educación se planifica desde el Estado para no multiplicar profesionales sin oportunidades de trabajo y también para contar con efectivas carreras técnicas que abran espacios a la juventud. Ni lo uno ni lo otro existe en Chile. Sin planificación educativa y con INACAP entregado a la SOFOFA la juventud modesta que egresa de la enseñanza media no tiene más alternativa que optar a universidades de última categoría para terminar en el desempleo, después de cinco años de estudios y habiendo acumulado deudas gigantescas.
Cuando los estudiantes protestaron por el lucro y la mala calidad de la educación el gobierno Bachelet, en vez de acoger sus demandas, formó una comisión con conspicuos personeros de la derecha fundamentalista y religiosa. Así las cosas, las demandas estudiantiles culminaron en un manifiesto gatopardismo. Fue otra oportunidad perdida.
A propuesta del gobierno, con los votos de la derecha y la Concertación, la LOCE se convirtió en
Los estudiantes movilizados utilizaron las nuevas tecnologías de información y comunicación vía Internet, que tanto valora el ex Presidente Lagos, pero las mismas fueron inútiles ante la falta de voluntad política del gobierno para acoger sus demandas. La técnica es insuficiente cuando la política y economía son controladas por unos pocos, que responden a sus propios intereses y no a la ciudadanía. La democracia 2.0., a la que se refiere Lagos, necesita de otros políticos para que sea efectiva.
Existen varios otros temas en el discurso de Lagos, que alargarían la reflexión. Algunas ideas las comparto. La sociedad de garantías y obligaciones parece razonable, pero pone de manifiesto que la Concertación se equivocó cuando aceptó continuar con la política social de focalización propia del Estado subsidiario, en vez de recuperar las políticas universales. Valoro también en el documento de Lagos su compromiso actual con las energías renovables no convencionales y su renuncia a las termoeléctricas de carbón y a la energía nuclear. Su trabajo en Naciones Unidas parece haberle ayudado a cambiar de opinión.
El documento del ex Presidente presenta algunas ausencias. La más notoria tiene que ver con la transparencia y corrupción. Un proyecto estratégico para Chile no puede eludir los vasos comunicantes entre la política y los negocios, asunto preocupante en los últimos años. Si se desea fortalecer la institucionalidad democrática es preciso recuperar la decencia y denunciar sin contemplaciones a quienes utilizan la política para enriquecerse. Es un asunto ético, pero al mismo tiempo de relevancia política. En gran parte la decepción ciudadana sobre los políticos tiene que ver con ese tránsito indecoroso desde el sector público a los negocios privados que se observa en el último tiempo.
Finalmente, más allá de los conceptos, el documento de Lagos tiene dos pecados de método que me atrevo destacar. Primero, su nula autocrítica, sin la cual es difícil evaluar, con credibilidad, el presente y construir el futuro. Segundo, el énfasis en el diagnóstico prospectivo, el que resulta insuficiente si no está acompañado con propuestas de política que apunten a enfrentar los desafíos estratégicos identificados.
*Una versión resumida de este artículo fue publicada en El Mostrador.cl
**Economista, Nueva Economía.