Además del terremoto, el tsunami y el desastre nuclear, especuladores se abalanzan contra el yen japonés, creando mayores obstáculos a la reconstrucción y recuperación de la economía e incrementando la liquidez que invade los mercados.
El Banco Central de Japón (BCJ) tuvo que inyectar recursos para enfrentar el impacto del terremoto y la inescrupulosa especulación, generando mayor abundancia de dólares.
Ello ocurre en momentos en que Estados Unidos ha emitido y puesto en circulación enormes sumas del billete verde para enfrentar la crisis económica.
El fenómeno se conoce como efecto dólar, que invade los mercados financieros internacionales, lleva a una subida de las tasas de interés, aumenta diferenciales y provoca más inflación.
La inyección japonesa se hizo con el propósito de ayudar a las instituciones bancarias y financieras, ubicadas en las zonas de desastre, a recaudar los recursos necesarios en los mercados, donde dichas entidades prestan dinero a corto plazo entre sí.
“Desafortunadamente, la nueva expansión monetaria de Japón se combinará con el relajamiento cuantitativo que aplica la Reserva Federal (FED), de Estados Unidos, lo cual agregará nuevas tribulaciones a los mercados financieros globales”, valoró Walter Molano, economista en jefe de BCP Securities.
Además, el Grupo de los Siete (G7/países más desarrollados) acordó una inusual intervención concertada, esperando calmar los mercados financieros, después de una semana llena de ventas por pánico.
Fue la primera intervención en una década del grupo, por haber alcanzado el yen su valor más alto desde la II Guerra Mundial.
Molano asegura que este es el primer paso en un programa masivo de expansión monetaria, para ayudar a la economía japonesa llena de problemas, como su gigantesca deuda soberana -la mayor del mundo- y el mal estado de sus bancos, que tienen grandes exposiciones a los mercados de acciones.
Por otra parte la baja en Topix (Tokyo Stock Price IndeX, importante índice bursátil de la bolsa de Tokio que hace un seguimiento a compañías de cambio domésticas) y las preocupaciones sobre el futuro económico de Japón, tendrán un impacto devastador sobre estas instituciones financieras. Aunque el BCJ trata de evitar una fuerte salida de capitales del país, se espera que buena parte de la expansión monetaria aplicada se vaya al extranjero, como está ocurriendo con la flexibilización cuantitativa estadounidense (QE2 de la FED), debido a que los especuladores invirtieren en otros mercados donde ofrecen mayores rendimientos.
Esto ocurre cuando la FED tiene programado desmontar el QE2 de 600 mil millones de dólares en deuda a mediados del año.
Japón no desea que el yen se fortalezca aún más pero tendrá necesidad de repatriar fondos para la reconstrucción y vender activos en dólares que afectarán sus inversiones en los bonos del Tesoro estadounidense.
Al anunciar planes de doblar el tamaño de su programa de compra de activos a 10 billones de yenes (millones de millones) o 122 mil millones de dólares, el banco central nipón también se ha asegurado de que las empresas “tengan una variedad de canales para recaudar efectivo en Japón, a parte de vender bonos del Tesoro”, indica Ward McCarthy, economista financiero jefe de Jefferies & Co.
Por lo anterior se deduce que Japón representa un gran riesgo para esos bonos, ya que es el segundo mayor acreedor entre los tenedores de instrumentos del Tesoro estadounidense y está enfrentando problemas que podrían reducir su entusiasmo por la deuda de Washington.
China (el primer acreedor de EEUU), está tratando de enfriar su economía y dominar la inflación, lo cual podría reducir las exportaciones y también su apetito por los bonos del Tesoro estadounidense.
Días antes de los trágicos acontecimientos provocados por el terremoto y tsunami en Japón, el Total Return de Pacific Investment Management Co. (PIMCO), el mayor fondo de bonos en el mundo, se deshizo de todos los valores vinculados al Gobierno de Estados Unidos.
Los valores vinculados al Gobierno incluyen Bonos del Tesoro, Bonos Protegidos contra Inflación (TIPS), valores de agencias, swaps (o permutas financieras, mediante las cuales dos partes se comprometen a intercambiar cantidades de dinero en fechas futuras), contratos de futuros y opciones y papeles de empresas garantizados por la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FIDS).
Bill Gross, administrador de un fondo que ayuda a supervisar más de 1,1 billones (millones de millones) de dólares, ha criticado frecuentemente el déficit fiscal estadounidense y su impacto en la inflación.
El promueve la compra de bonos con rentabilidades más seguras y altas, como los papeles corporativos, que resisten mejor la posible erosión causada por la inflación.
Según Gross, las valuaciones de los títulos del Tesoro de Estados Unidos no son atractivas en un contexto histórico.
Dijo que por esa razón PIMCO transfiere su dinero hacia la deuda de los mercados emergentes, pues en ellos se pueden encontrar mejores valuaciones pues los rendimientos no están inflados artificialmente por compras de la Reserva Federal.
La sobre valuación en los títulos del Tesoro ha dependido del poder de compra de la FED, sostuvo Gross, quien descarta se realice una tercera ronda de flexibilización cuantitativa o QE3.
Otros afirman que las dificultades de Japón impactarán en la economía global, en especial en Estados Unidos, por lo que también es probable que la FED decida inyectar más liquidez al mercado (QE3) y profundizar aún más la guerra cambiaria, la contracción de las economías y la inflación.
El presidente del Banco de la Reserva Federal de Dallas, Richard Fisher, declaró que por la abundante liquidez en la economía estadounidense, ya emergen señales de preocupación por la gran cantidad de dinero en circulación.
Fisher hizo especial referencia a la gran actividad especulativa que infla una gigantesca burbuja financiera en el mercado accionario.
“Hay un enorme monto de liquidez en la economía y el sistema financiero”, comentó y observó que “la actual alza de la bolsa estadounidense es la más rápida de la historia, con la excepción de sólo dos escaladas previas”.
De esta manera, las indetenibles emisiones de dólares y las devaluaciones de esa moneda no se dirigen a otorgar créditos para reactivar la economía y generar empleos, sino a la especulación financiera y emigran al resto del mundo, especialmente a los mercados emergentes.
Esta actividad especulativa altera las cotizaciones del resto de las monedas en mercados cambiarios y para contener su revalorización, los gobiernos se ven obligados a intervenir y elevar las tasas de interés, entre otras medidas.
Igualmente esos ingentes flujos de capital ocasionan alzas adicionales a precios de materias primas básicas, como petróleo y alimentos, que regresan a los países desarrollados obligándolos a elevar más las tasas de interés y el desempleo y aumentando la contracción económica.
Al aumentar el BCJ la liquidez, contrariamente, otras naciones de Asia se sentirán presionadas por la competitividad, a incurrir en más relajamiento monetario, sobre todo aquellas más expuestas comercialmente con Japón.
De esta forma la economía japonesa, al igual que la del resto de los países desarrollados, se ve sometida (al mismo tiempo), a intensas presiones deflacionarias e inflacionarias con primacía de las últimas y se crean situaciones que los bancos centrales no pueden solucionar aplicando herramientas de política monetaria.
Esta situación acelera la contracción estructural de esas economías y abre paso a un nuevo fenómeno del capitalismo: la contracción económica con inflación, denominado contracflación, que conduce inevitablemente a una gran corrección
Otros factores también influyen en la profundización de estos problemas, como la inestabilidad en el Medio Oriente y el magreb, las dificultades fiscales, el mayor endeudamiento estadounidense y europeo y la incertidumbre ocasionada por la crisis nuclear en Japón.
(*) El autor es periodista, jurista, ex diplomático cubano, laboró en la Comisión Económica de la Asamblea General de la ONU y colabora con Prensa Latina.