Nos va quedando la indignación, quizá el asombro, ante tanta información contradictoria, ante tantas decisiones que revelan el cinismo, el doble estándar, las desigualdades de consideración, trato y poder, ante tanta violencia simbólica o real, en especial, contra los mas desfavorecidos y pobres de la tierra.
Hechos y situaciones lamentablemente sobran. Dentro y fuera de Chile. Nos acaba de visitar un Presidente Nobel de la paz, jefe ocasional del único imperio del globo en la actualidad. Nobel de paz, con Irak, Afganistán, Pakistán, Medio Oriente en su estela de intervención. Ahora, interviniendo en Libia bajo el lema –se ha fijado usted en esos lemas, ¿quién será su creador?-, de “odisea del amanecer”. Esa odisea y ese amanecer tienen como rasgos la destrucción y la muerte, la mayor parte, como siempre, civiles y niños inocentes. Más de cien misiles han caído sobre las cabezas de ese pueblo. Sin embargo, sólo el pueblo libio será privilegiado con ese “nuevo amanecer”. No lo ameritan ni Bahrein, ni Yemen, ni la monarquía de Arabia Saudita, como tampoco la de Marruecos o el reino jordano. Ya podrá sospechar usted por qué tanta delicadeza y atención especial para con los libios.
Pero, no solo eso. Viene aquí ese jefe y sostiene que cada país en nuestro continente tiene que buscar su propio camino de expresión democrática, sin intromisiones externas. Todos, salvo, ya sospecha usted, la isla de Cuba. Ah no, ahí de nuevo: como el modelo no es de su agrado, hay que hacerle bloqueo y además intervenirlo bajo todos los medios. Ahí tiene entonces la inexistente comunidad internacional, que no es más hoy por hoy que la unidad de algunos poderosos e interesados que siguen los dictados de los mercados y el capital financiero, a los cuales les importa bien poco en verdad el destino del planeta. Pero claro, se llenan la boca con prestigiados términos como derechos humanos, democracia, libertades. Indignante.
Pero también tenemos algunas perlas por casa. ¿Se dio cuenta? ¿Cuántos años de cárcel está proponiéndose para los lideres de comunidades mapuches? Van de 15 a 25 años, y ni siquiera están claras las supuestas pruebas y testimonios utilizados para inculparlos. ¿No serán más bien esas penas una suerte de intimidación para todo aquel que se levante en esas tierras contra el orden estatal huinca? Han matado a alguien que se sepa? ¿Cuántos años de cárcel tienen los carabineros involucrados en la muerte de comuneros mapuches? Al mismo tiempo, podemos preguntar: ¿cuánta cárcel están pagando aquellos responsables en la colusión de precios en las farmacias? , hecho muy grave toda vez que se está jugando allí con la vida de las personas. Pero hay más. Mientras presenciamos la tragedia de Japón y sus consecuencias, este gobierno decide -sin consultarnos, una vez más – dar curso al estudio y eventual uso de la energía nuclear en el país. Y por supuesto, en medio de todo esto, hay voces que todavía intentan deslavar los crímenes de los servicios de seguridad de la dictadura, como asuntos de poca monta y que ameritan un perdonazo. De nuevo, vergonzoso, indignante. Claro, de seguro la indignación no será suficiente. Pero, sentir vergüenza e indignarse son ya actitudes importantes, actos que indican que nuestra conciencia ética aun sigue viva y abierta al sufrimiento y despojo de los otros y la naturaleza que está operando el modelo neo-liberal globalizado y sus aliados en las elites. Esta va siendo la actitud que nos va quedando a millones de ciudadanos en los distintos lugares del globo terráqueo. Una indignación y una vergüenza que – como sostiene ese “joven” francés de 94 años, S. Hessel-, tiene que dar paso, en particular en los jóvenes, a lo que llama “una insurrección pacífica” contra la dictadura de los mercados y el capital financiero. Esta santa alianza, de seguir, acabará con la vida humana misma y con la naturaleza. Tenemos que reaccionar, aun si ya podría parecer muy tarde. Los ciudadanos en Túnez, Egipto, Marruecos, Bahrein, Yemen, Argelia, o Arabia Saudita, por nombrar algunos lugares, nos dicen que es posible, que la historia no ha finalizado y que no ha sido dicha la última palabra sobre tanta ignominia, mentira, humillación y despropósito en los actos y palabras de las actuales elites de poder. Si, nos queda todavía la indignación y la esperanza. Habrá que ponerlas en movimiento..