Al abrir las páginas de los periódicos del mundo uno se encontrará con el mejor museo de los dictadores. Vivir dos revoluciones en un mes, pues, no es cosa de todos los días.
Los países árabes toman notas. Los déspotas tiemblan, los pueblos se arman de piedras y palos. El poder pasa de mano en mano. Hoy lo toman los militares; los próximos meses serán llenos de ansiedad. Se toman las viejas constituciones y se hacen otras nuevas: la democracia funciona en los escritorios: el resto es un referéndum popular que darán el brillo al voto del pueblo.
Hoy cae un parlamento, pues, en pocos meses se abre otro: en palabras pobres se mete tras las rejas la constitución de un país. Los vientos revolucionario llegaron desde Tunisia y se alojaron en Egipto. Los consejos supremos de las FFAA serán los que llevaran a los países a las elecciones legislativas y presidenciales: todo parece ser color rosa, pero la realidad es otra.
Todo ha cambiado. Hoy las organizaciones revolucionarias se organizan por intermedio del Twitter, del Facebook y en el Youtube. La represión tiene, en algunas maneras, las manos amarradas. Se acabó el siglo 19, hoy se vive el XXI.
Los canales de la televisión del Estado no sirven: muchas veces la miran los mismos que escriben y difunden los comunicados: el resto de la población tiene un paso más largo.
Dos tiranos se han ido, dos dictadores que harán parte del museo. Actualmente en los países árabes se habla de 15 millones de jóvenes sin empleo y, al llegar al 2020, será de 100 millones. Las revoluciones, pues, seguirán, de eso no hay dudas. Los militares se encuentran en estado de alarma.
Se intenta calmar a la población al declarar que la economía interna es buena y solida: palabras al viento porque los jóvenes quieren mucho más de teorías tipo, “todo bien, todos mejor”
Prisioneros políticos hay en todas las cárceles de Egipto: muchos piden su libertad inmediata; los militares no responden. En fin, el museo de los dictadores se va ampliando: los tiranos se van a descansar a sus lujosas residencias a las orillas del mar rojo mientras la población se quiebra los dientes al comer piedras por falta de pan.
Godosky