La prensa francesa titula hoy: “Mohamed Tantaoui, el nuevo hombre fuerte de Egipto, un apparatchik de 75 años, no es realmente un revolucionario. Pero tiene la confianza de Estados Unidos e Israel, y podría lograr llevar el país hasta las elecciones de septiembre”.
Por su parte, en declaraciones a CNN, la representante de Florida Mrs. Ileana Ros-Lehtinen afirma que lo único que tienen que hacer los sucesores de Hosni Mubarak es respetar todos los tratados suscritos por el dictador, no cambiar nada de lo obrado en dictadura, y seguir aplicando las mismas políticas.
Urge pues sacar al pueblo de la escena, limpiar la plaza Tahrir de atorrantes, y volver al business as usual. En eso está el ejército egipcio. El mensaje a los cairotas es claro: “Mubarak se fue, ahora hay que volver al trabajo”, admitiendo que tengan alguno en un país en el que el desempleo es la decimoprimera plaga.
Desmovilizar, desmovilizar, como hicieron en el Chile de 1990. Para que quienes tenían la confianza de los EEUU, -liderados por otro apparatchik de edad avanzada-, pudiesen seguir los consejos de
En Egipto, aparte la salida de Mubarak, todo sigue igual. El país sigue siendo controlado y dirigido por los militares nombrados por el propio Mubarak. Los mismos grupos financieros controlan la economía, los mismos políticos hacen y deshacen.
Algunos opositores negocian. ¿Qué negocian? ¿En nombre de quienes negocian? ¿Con qué objetivos negocian? Misterio. Mubarak exigió quedarse en Egipto. En una de esas también pidió ser nombrado senador vitalicio. La redistribución de cartas se hace tras espesos muros, en el silencio y la calma que le convienen a los peores crímenes cometidos contra la democracia con el “apoyo” de los amigos estadounidenses y el mutismo cómplice de Europa. Algo sabemos de eso los chilenos, después de más de veinte años de una transición que rima con traición.
Ros-Lehtinen y el gobierno israelí coinciden en que no se pueden organizar elecciones democráticas en un país cuyo pueblo pudiese elegir libremente a los enemigos de Israel y de los EEUU, léase a los integristas islámicos. Desde luego ni en Israel ni en los EEUU nunca han gobernado los integristas religiosos, Israel no es un Estado confesional y ningún presidente estadounidense termina sus discursos implorando la bendición de dios.
Desde el inicio de la crisis tanto Israel como los republicanos yanquis (y más de algún demócrata) se han levantado contra la eventual irresponsabilidad que significa confiarle a los egipcios la libre elección de su propio destino.
Sin manifestar la más mínima simpatía por los integristas religiosos, -ya sean judíos, católicos, musulmanes o hinduistas-, ¿Quién puede arrogarse el derecho a excluir tal o cual nación de la vida democrática bajo el pretexto de impedirle a algunos iluminados la llegada al poder?
Los gattopardos están maniobrando para que nada cambie en Egipto, como nada ha cambiado en Chile. Allí los oscuros poderes financieros buscan una transición a la chilena, en la que quienes accedan al gobierno se comprometan a ““respetar todos los tratados suscritos por el dictador, no cambiar nada de lo obrado en dictadura, y seguir aplicando las mismas políticas”.