Noviembre 28, 2024

Egipto: la sombra de Nasser

De súbito, de la nada, el pueblo egipcio tomó las calles en repudio de la tiranía policial y terrorista de Hosni Mubarak. Los cronistas chéveres han redactado textos que suenan melodiosos en los oídos de la progresía occidental y, faltaba más, los inspectores de revoluciones incursionaron en el resbaladizo contexto, vaciándolo de historia y tergiversándola a modo.

  Uno apuntó que Gamal A. Nasser (1918-70), padre de la nación egipcia moderna, ahorcaba comunistas. Sibilina observación que, fuera de omitir los desafíos de toda una época (1945-70), extiende certificados de autenticidad revolucionaria siempre y cuando se fije posición frente al magnicidio de Coyoacán (1940).

 La generación Twitter, agradecida. ¡Qué lata! La historia… Las potencialidades de esta segunda fase de la revolución egipcia son vistas sin el lastre de la primera (1953-70), y el legado de Nasser desaparece en los análisis que asocian la rebelión con el poder de las nuevas tecnologías de comunicación.

¿La conciencia de los pueblos árabes empezó con Internet? Las agencias noticiosas imaginan que la insurrección en curso no va contra Washington, sino contra el feo de Mubarak, quien por lo visto, si no muere antes, se irá cuando Washington, y no la multitud, lo decida. O quizá lo sustituya el torturador Suleiman. Lo importante es hablar de democracia, y no de imperialismo, en el país que desde hace 30 años representa sus intereses.

Tampoco hay dudas de que la fuerza motriz de los ¡ya basta! y los ¡vete ya!, se crecen cuando los de arriba no pueden, y los de abajo no quieren. Mas de ahí a suponer que sin conducción sus energías despedirán vapor en forma continuada, es igual a creer en el movimiento perpetuo. Las insurrecciones abundan, las revoluciones escasean.

En contra de, junto con (mas nunca sin), las grandes rebeliones populares siempre han tenido que vérselas con los ejércitos constituidos. Y así, cuando frente a las movilizaciones, actos guerrilleros y huelgas que estallaron luego de la derrota militar de Egipto en la primera de las guerras de Israel (1948), un grupo de militares liderado por Mohamed Neguib y Nasser (oficiales libres), admitió que habían ido al frente con armas inservibles suministradas por los ingleses.

La marea revolucionaria llegó a su punto culminante en enero de 1952: huelga general, obreros y estudiantes enfrentados en las calles contra militares leales, bandas fascistas pagadas por terratenientes, y fanáticos religiosos. Reacción o revolución. En su libro Filosofía de la revolución, Nasser planteó que Egipto podía volver a existir, y reconoció que la batalla principal no estaba en Palestina, sino junto a su pueblo.

La monarquía cayó el 23 de julio de 1952. La república fue proclamada y en julio de 1953 Nasser se sacudió del sector derechista de los oficiales libres, representados por Neguib y apoyados por la retrógrada Hermandad Musulmana. Un año después, ordenó la evacuación de las tropas inglesas que ocupaban la zona del canal.

El boicot económico de Gran Bretaña y Estados Unidos para que el gobierno egipcio no construyese en el Nilo la gigantesca represa de Asuán, llevó a la nacionalización del Canal de Suez. Para impedirlo, Israel se alió con Francia y Gran Bretaña (1956). Nasser derrotó la agresión colonial, pero Israel ocupó parte de la península del Sinaí.

En el flamante Movimiento de los Países No Alineados (Bandung, 1955), la victoria de Nasser sobre el sionismo lo proyectó como líder indiscutido del mundo árabe. El Cairo se convirtió en la meca de los revolucionarios del Medio Oriente y África. Nasser respaldó la lucha de los argelinos, y saludó la independencia de Túnez, Sudán y Marruecos (1956).

La revolución egipcia pegó un salto de calidad (1956-58). Entonces, las izquierdas (que por su oposición a la revolución circulaban en la clandestinidad) concluyeron que Nasser era algo más que un nacionalista burgués. El concepto de no alineación frente a las grandes potencias, bien podía contribuir a superar las premisas fosilizadas del marxismo occidental.

En mayo de 1962, en el Congreso Nacional, Nasser leyó la famosa Carta de Acción Nacional. El punto sexto de la carta trató acerca de De la inevitabilidad de la solución socialista. Pero cinco años después, Israel se convirtió en el peón favorito de Estados Unidos. Los sionistas volvieron a ocupar el Sinaí. Nasser ordenó hundir varios barcos en el Canal de Suez, y la estratégica vía quedó inutilizada hasta su reapertura en 1975.

La inesperada muerte de Nasser (1970) representó un golpe demoledor para la revolución egipcia. El vicepresidente Anuar Sadat lo sucedió en el cargo, y torció el rumbo del proceso. En los Acuerdos de Campo David (1979) Sadat se subordinó a Israel y Washington en Medio Oriente.

No la sacó gratis. Acusado de traidor y lacayo sionista, Sadat fue asesinado en 1981 por la Hermandad Musulmana. Y el sátrapa Mubarak, jefe de la policía, se alzó con el poder.

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