Noviembre 28, 2024

Jóvenes egipcios seguirán protestas, pese a componendas políticas

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 cairo3El Cairo.- Las bajas temperaturas y las noches de mal dormir no hacen mella en Ayman Mohamed, quien asegura que las protestas para que dimita el presidente Hosni Mubarak seguirán “inalterables”, pese al diálogo entre gobierno y opositores políticos.

 

Como Mohamed, cientos de egipcios, en su mayoría jóvenes, cumplen hoy dos semanas de incesantes reivindicaciones en la plaza Tahrir de El Cairo, luego del estallido de revueltas populares convocadas mediante redes sociales básicamente por el movimiento 6 de Abril.

Este lunes, “los de Tahrir”, como algunos aluden a los hasta ahora inclaudicables manifestantes antigubernamentales, amanecieron abrigados por cobertores cedidos en gesto solidario por miles de personas que en los últimos días han desafiado todo obstáculo para dar su aporte.

Los accesos a la plaza se conseguían, en un inicio, pasando el filtro de la policía, luego los registros arbitrarios de grupos a favor del gobierno que confiscaban todo alimento o ayuda para los manifestantes, y ahora el minucioso, pero permisible control de los soldados.

Sin dudas, los sucesos que sacuden a Egipto desde la manifestación del 25 de enero han sacado a flote el lado más cívico y generoso de su pueblo, superando con creces actos de vandalismo, robos y una campaña violenta de satanización de turistas y periodistas extranjeros.

Las escenas de Tahrir convertido en un campamento, personas llevando mantas para mitigar el frío, tiendas de campaña, bolsas de comida, sobre todo pan, agua y jugos, así como material sanitario y médico, ya forman parte intrínseca del paisaje del centro de El Cairo.

Los pormenores de la vida en esas condiciones son imaginables, pero se atenuan con la hermandad de cristianos y musulmanes que el domingo se unieron en oficios religiosos, el activismo -por igual- de hombres y mujeres, y la convicción de que se hace lo que se cree correcto.

Unos aportan dinero para adquirir lo que haga falta, otros cargan con linternas, ejemplares del Corán, otros prefieren llevar flores para los mártires -como definen a los cerca de 300 muertos durante las revueltas-, y todos cargan consigo mensajes de aliento y resistencia. También resalta la esencia humanista de médicos que en un hospital improvisado asisten gratuitamente a cientos de heridos por la represión de las fuerzas antimotines, primero, y por pedradas, cuchilladas y otras agresiones de grupos leales a Mubarak, después.

Pero si las pancartas y vallas erigidas allí siguen marcando el “territorio”, Mohamed y otros jóvenes del movimiento 6 de Abril temen que una “traición” de partidos políticos tradicionales al aceptar el diálogo con el gobierno pueda apagar o debilitar las protestas.

Con la misma vitalidad que gritan en las marchas consignas contra el “rais” (presidente, en árabe), los jóvenes explicaron a Prensa Latina que la revuelta egipcia nació sin ningún partido político y así seguirá, porque “es un movimiento del pueblo”.

Un criterio similar trasmitió al canal Al Jazeera la activista Salma El-Tarzi, al asegurar desde la mítica plaza cairota que “los partidos políticos podían hacer lo que deseen porque no nos representan, (…) han estado ahí durante 30 años y no han hecho nada”.

Tales aseveraciones son la respuesta a los contactos sostenidos el domingo por el vicepresidente egipcio, Omar Suleiman, con representantes de grupos políticos tradicionales, incluida la proscripta Hermandad Musulmana (HM).

Los jóvenes del 6 de Abril aseguraron que no participaron, pese a que en el encuentro con Suleiman hubo miembros de ese segmento de la población, mientras que la HM- a la que convendría cualquier acción que la legitime- afirmó que está “revisando esas pláticas”.

Según la organización fundamentalista, continúa inamovible en su demanda clave que Mubarak renuncie como presidente. “No podemos llamar a esto conversaciones o negociaciones”, acotó un portavoz.

Lo innegable es que en Tahrir siguen palpitando las reivindicaciones que movilizaron a millones en Egipto, aún cuando el progresivo retorno a la normalidad en El Cairo y otras regiones disparan la alarma de los peligros que se ciernen sobre la solidez de la revuelta popular.

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