El que en Chile se hable pésimo es cuestión de dominio público. Desde las alturas de palacio hasta los arrabales urbanos: la cuestión se encuentra absolutamente democratizada. Lo peor es que hay quienes se enorgullecen de su estupidez y tienen la tupé de hacer alarde de su lamentable “hablamiento”, como decía el niño símbolo del terremoto. De ahí que entre maremoto y culo no existan muchas diferencias, dicen. Ecce Hommo Chilensis.
Hace algunos años había denunciado en las páginas de El Clarín la increíble pobreza intelectual de ciertos personeros de la Concertación, quienes amparados en el bienaventurado pituto habían logrado hacerse de un hueco en los fastuosos salones imperiales de la Moneda. Lo del pituto, claro está, era mera especulación mía, pues me costaba entender de qué otro modo una profesora de deportes podía encontrarse nada menos que a la cabeza del Ministerio de Educación ¿Con qué credenciales? ¿El test de Cooper y cincuenta lagartijas? Su mera pertenencia a la Democracia Cristiana, sin duda. Lo mismo opinaba de la Ministra de cultura, que dado su activismo en teleseries de quinta categoría y su hiperventilado éxtasis de Santa Teresa, se atribuía el conocimiento absoluto de las políticas culturales del reino entero ¿Por lo menos esta gente dominaba el arte de la oratoria? Ni siquiera eso. Recuerdo a un amigo artista, cuyo proyecto fue rechazado por el Fondart “devido” a los siguientes “motibos” (reproducción literal)
“Fundamento de la Evaluación Cualitativa: la propuesta no es clara en su estrategia artistica, falta experticia en la definicon y funcion de el lenguaje visual a ocupar, es desir que existe creacion pero la justificacion de las operaciones de lenguaje no son claras. es un proyecto con un buen nivel de innovacion pero no se encuentra vien planteado como proyecto artistico masvien se plantea como un proyecto educativo y de investigacion social, mas que una vicion artistica de siertos fenomenos, es desir que se encuentra carente de un filtro artistico y solo ocupa lenguajes del arte de manera funcional con un fin social. el otro punto de observacion es la poca proyeccion visual que se ofrece en el pryecto enviado, las obras previas presentan fallas de oficio y manejo tecnico, elementos basicos para desarrollar una propuesta artistica.”
Del citado párrafo, no vale la pena extenderse demasiado: sólo precisamos agregar que si la supina ignorancia viene desde “arriba”, a nosotros, los del bajo pueblo, no nos queda más que rumiar heces. Quizá esto explique el asombroso nivel intelectual y cultural al que ha llegado nuestro “$hilito” como decía un amigo, dónde cualquier mentecatez se vuelve moda y donde la inteligencia pareciera estar enferma…
Benditos sean los mass media
Algo que distingue al chileno promedio es su impresionante idolatría a los medios de comunicación locales. TVN, Canal 13 y Chilevisión: las biblias de nuestro tiempo. Sinceramente cuesta comprender la auténtica fascinación que tantos (¡tantos!) chilenos y chilenas sienten por las desventuras y complejidades espirituales de Edmundo Varas y la Vivi Kreutzberger, como si no existiesen otras cosas de mayor importancia en las cuales poner la atención. Toda esta calentura enfermiza por averiguar hasta el último detalle de las encatradas principescas de modelos y protagonistas de reality shows se traduce en una bobería ilimitada que a la vez se patenta claramente y sin reservas en los discursos de Pedro, Juan y Diego. Al carecer de cualquier atisbo de elevación intelectual, los medios de comunicación (tutelados por unos gobernantes que conectan desastres naturales con el ano y que juran a pie juntillas haber conocido a Robinson Crusoe) se elevan como una matriz “cultural” en la que muchos basarán su logos: nadie se va a referir a la hija de la Geisha Chilena desde una perspectiva Hegeliana y con Beethoven como cortina musical, de ahí que la estupidez y la ignorancia de quienes dirigen y ejecutan los programas de televisión se transforma ipso facto en la manera en que la mayoría de los chilenos reconocerá el mundo. En este sentido, la majestuosa pobreza cultural de las masas conecta a la perfección con la miseria intelectual presente en la parrilla programática, de modo que ni una gran apertura mental ni una gran riqueza de vocabulario constituyen exigencias para disfrutar de las “cosas lindas que dios le ha dado a Chile”.
Es por ello que muchos de nuestros compatriotas no hablan, sino que bufan. Basta salir a la calle un rato y escuchar las conversaciones de jóvenes y adultos, salpicadas de un argot asombroso, exactamente el mismo que obtienen de la TV: “Está bacán la hueá así”, “me la iba a pasármela el loco ayer así”, “yo opino que Transantiago es bueno, inclusive lo cual yo estoy de acuerdo así”, “el loco subió pa arriba y bajó pa abajo” son algunos ejemplos. Si la gente se refiere a los fenómenos y a sus semejantes de tal manera ¿Qué importa que los representantes no sepan hilvanar dos o tres frases con sentido coherente? Estoy seguro que son pocos los que sabían realmente que Robinson Crusoe era un mero personaje de ficción: de ahí que el presidente de la republica sabe cómo gobernar a sus representados…
Creo firmemente que una sociedad cerrada al conocimiento y abierta a las tonteras que ofrece el establishment no podrá lograr jamás el tan anhelado desarrollo. Seguro existen doce mil objeciones contra todo lo que he expuesto aquí: que la idiosincrasia de la lengua no se mide con diccionario o que no todos somos así. Sin embargo, el hecho de que un medio de comunicación como las Últimas Noticias sea tan exitoso, o que medio Chile sufra de espasmos, gritos, susurros y catarsis por las desventuras amorosas y el perfume del edredón de Raquel Argandoña (¡Cinco canales de televisión destinados a filosofar sobre estas cuitas!) nos faculta para decir que la imbecilidad se va convirtiendo poco a poco en el sello distintivo de nuestra cultura, o como diría un personero de Fondart, “en un tema importantacisimo que nesesitamos dizcutir como zosiedad habierta al dialójo”