Noviembre 29, 2024

¡No diga más tonterías, don Ignacio!

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freimontalvaA cien años del natalicio de don Eduardo Frei Montalva se pueden escribir muy buenas apologías sobre su vida, su actuar político y la excepcional generación, integrada por jóvenes universitarios que participaron en el derrocamiento de Carlos Ibáñez del Campo, en 1931. Es cierto que estos líderes no tienen ningún símil con los mediocres pragmáticos, egoístas, nuevos ricos… que dominan la política actual: “lo mismo un burro que un gran profesor”, como dice el tango Cambalache -.

 

Con toda la admiración y simpatía que profeso a mi tío Eduardo Frei Montalva, no podría sostener la estupidez de que “siempre fue consecuente” con los ideales democráticos que dieron nacimiento a la Falange y, posteriormente, a la Democracia Cristiana. Todo gran personaje tiene luces y sombras y es completamente superfluo divinizarlo; por lo demás, la política cambia a través del tiempo, y mantener los principios que dieron nacimiento a una idea política, sin considerar los períodos históricos, es signo de estancamiento mental – es lo que parece ocurrirle a don Ignacio Walker que, ante el fracaso de su partido, quiere volver a los orígenes invocando a grandes prohombres del pasado, algo así como si la prostituida iglesia católica, vendida al dinero, quiera volver a sus orígenes en las enseñanzas que predicaba el Maestro de Galilea-.

 

Aún recuerdo cómo los antiguas falangistas rememoraban una anécdota de mi abuelo, Rafael Luís Gumucio Vergara, padre espiritual de ese partido, en que estando muy feliz porque los militares habían derrotado al demagogo Arturo Alessandri Palma, en septiembre de 1924, el famoso escritor Genaro Prieto le dijo: “usted, don Rafael Luís, porque es cojo no ha hecho el servicio militar e ignora la brutalidades que hacen los militares cuando tiene algún de poder”; de ahí en adelante los falangistas nunca apoyaron una aventura militar, aún a costa de perder cuotas de  poder.

 

Entre los militares y los falangistas y, posteriormente, los democratacristianos siempre hubo mucha distancia, lo cual explica, en gran parte, el famoso “Tacnazo”, dirigido por un general, y que también estuvo implicado en el asesinato del general Schneider. Poca duda cabe de que algunos socialistas estuvieron implicados en esta conspiración, que  se disimulaba como reivindicaciones sindicales.

 

En un comienzo tuve especial admiración por los principios democráticos  y antimilitaristas de la Falange y, luego, de la Democracia Cristiana. Desgraciadamente, no sólo Eduardo Frei Montalva, sino también un amplio sector de este partido propiciaron y alabaron el golpe militar de 1973, olvidando la lección y los principios que les legara mi abuelo, Rafael Luís Gumucio.

 

Todo este período negro de la vida de Frei y de la Democracia Cristiana está perfectamente documentado en a carta a Mariano Rumor, junto a los viajes de los dirigentes más connotados de ese partido para justificar la dictadura sin considerar, por cierto a personajes y amigos  dilectos de don Eduardo, que formaron parte de ese gobierno de la canalla.

 

No escribo esto para revolver la mierda y sólo recordar las sombras de la vida de una persona a quien admiré en muchas etapas de mi vida. En la Falange, Eduardo Frei conformaba el sector más político de este partido, que privilegiaba las alianzas – en este caso con los radicales – sobre el vanguardismo, el vuelo de cóndor y el aislacionismo, en esos tiempos encabezados por Jaime Castillo Velasco, el ideólogo y filósofo del partido.

 

Eduardo Frei fue siempre un conservador que apareció como revolucionario, en una sociedad chilena dirigida por una aristocracia marcadamente regresiva, razón por la cual, en 1964, fue capaz de concitar, en un programa nacional y popular, la idea de una revolución cristiana que integró a la mayoría de los chilenos. Siempre he considerado una torpeza, propio de una izquierda, carente de capacidad analítica, aquello de “la otra cara de la derecha” con que se acusaba al gobierno de la Democracia Cristiana.

 

A pesar de que la profecía de Radomiro Tomic, en el sentido de que la Democracia Cristina gobernaría durante treinta años, terminó siendo un chiste; desde la perspectiva histórica no se puede negar que este gobierno, al menos, puso fin al Chile patriarcal de los “grandes señores y rajadiablos”.

 

Con  sus claros y oscuros, a pesar de la forma poco generosa y desleal con que trató a su ex amigo, Salvador Allende, a cien años de su muerte Eduardo Frei Montalva sigue siendo un inmenso albatros, si se le compara con los jilgueros, perdices y algunos rapaces que conforman el actual partido democratacristiano. Siempre ha pasado en la historia que los más grandes hombres han tenido la desgracia de ser seguidos por los mediocres.

 

Rafael Luís Gumucio Rivas

13/01/11          

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